Quizás sea por sus frondosos paseos entre eucaliptos, por la ruinas de los edificios que un día estuvieron habitados o por las frescas temperaturas que se mantienen todo el año en ella, la Isla de la Pedrosa es uno de los lugares más singulares de Cantabria y todo aquel que lo visita coincide en lo mismo: el halo de misterio que transmite esta isla no le es indiferente a nadie. Y no es extraño que esta sea la sensación que transmite la Pedrosa, pues su historia, como también lo hace su estética, da mucho pie a pensar así.
Antes llamada Isla de la Astilla, este aún desconocido enclave cántabro se ubica al sur de la bahía de Santander, frente a la localidad de Pontejos, y está conectada a tierra firme por dos istmos y un puente que facilitan el acceso a ella. El punto de partida de su situación no puede ser más agradable: naturaleza, silencio y el murmullo del mar de fondo, todo ataviado con senderos que facilitan al visitante el poder perderse por este entorno privilegiado que rezuma paz.
Entonces, ¿por qué la Isla de la Pedrosa se asocia más con el misterio que con lo bucólico? La respuesta está en su historia. Y para conocerla tenemos que viajar atrás en el tiempo hasta 1834, año en el que se estableció un lazareto en esta isla. El objetivo era aislar aquí a los tripulantes de buques que venían contagiados por enfermedades tropicales que traían de América y que en ese momento estaban en pleno auge.
El lazareto llegó a acumular más de 600 enfermos, pero también fue la excusa para activar la vida en la isla. Después del lazareto, la isla albergó un sanatorio infatil que estuvo operativo desde 1931 hasta finales de los 80 y que, aunque trataba enfermedades óseas y pulmonares de diversa índole, estaba centrado en enfermos de tuberculosis. Además del sanatorio, la Isla de la Pedrosa llegó a tener también un teatro inaugurado por la reina Vicotoria Eugenia, una iglesia, la casa del médico y hasta un balneario.
Ruinas del antiguo sanatorio en la Isla de la Pedrosa, Cantabria
Servidor web de Turismo de Cantabria

En la actualidad, lo que se conserva de todo esto son prácticamente ruinas. Si bien es cierto que algunos edificios son parte de la Fundación Cántabra Salud y Bienestar Social, que han aprovechado las infraestructuras para proyectos con jóvenes drogodependientes en rehabilitación, la mayoría están abandonados, cubiertos de vegetaciones y con un aire fantasmagórico que no hace más que alimentar la leyenda.
Las leyendas paranormales de la Isla de la Pedrosa
Entre las historias más populares de la isla está la de las «niñas pájaro». Aurora y Pilar, que así se llamaban, ingresaron en el sanatorio a finales de los 60 y padecían progeria, una enfermedad rara que se les empezó a manifestar desde muy pequeñas y que daba a las chicas ese aspecto atípico similar al de un ave.
Aunque las «niñas pájaro» formaban parte del grupo de niños con problemas morfológicos que llegaban a este sanatorio, lo cierto es que su historia ha trascendido a lo largo de los años y se ha convertido en un mito local. Algunos curiosos que se han acercado a la isla afirman, incluso, que sus espíritus aún campan a sus anchas por las inmediaciones de la Pedrosa.
Ruinas en la Isla de la Pedrosa, Cantabria
Servidor web de Turismo de Cantabria

Pero no es la única leyenda que existe en la zona. Y no es para menos, pues el ambiente tétrico que ha dejado el paisaje formado por la abundante vegetación y el deterioro de las ruinas es todo un caldo de cultivo para que los amantes de lo paranormal se hayan acercado hasta aquí en búsqueda de sucesos de otro mundo. Algunos, incluso, los han encontrado.
Este fue el caso de Anita Lauda, una joven que se acercó a la Isla de la Pedrosa atraída por el halo de misterio que la rodea desde siempre. Al sentir presencias extrañas en su paso por allí, decidió volver acompañada de un grupo de investigadores de sucesos paranormales que afirmaron haber visto a un grupo de niños acompañados de una enfermera bajando unas escaleras (de uno de los edificios que llevaba ya décadas abandonado).