Ana Calvo

Ana Calvo

Quizá hasta ahora no le ponías nombre a esa preciosa planta que veías, exuberante, en el salón de tu mejor amiga. Esa palmera de casi dos metros de altura que preside la estancia con sus llamativas hojas afiladas de un verde brillante. Así que déjame que te la presente: es una kentia y sí, a nosotras también nos tiene completamente enamoradas.

La kentia, también conocida como palma del paraíso o Howea forsteriana se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en una de las plantas más populares en nuestros hogares. Su belleza y elegancia son más que obvias. Pero es que, además, esta planta exótica es muy agradecida en cuanto a cuidados se refiere.

Originaria de las australes islas Lord Howe, un pequeño archipiélago situado al este de Australia, la kentia enamoró a los exploradores británicos del siglo XIX, que la exportaron a Europa e hicieron de esta planta un símbolo de estatus: durante la época victoriana, la aristocracia y la alta sociedad buscaba tener una una kentia en sus salones o jardines.

Sí, jardines, has leído bien. Porque aunque en lo más habitual es encontrar las kentias en espacios interiores, debido a su origen, también es una planta apta para jardines y terrazas, siempre y cuando se cumplan unas condiciones adecuadas y mantengamos unos cuidados concretos. Y muy fáciles.

Esta capacidad para adaptarse a casi cualquier ambiente hace que la Howea forsteriana sea una de las variedades favoritas, incluso para las jardineras más inexpertas que admiran la elegancia atemporal de sus preciosas hojas largas y arqueadas, de un verde profundo y brillante, y con una embergadura que puede llegar a alcanzar los tres metros de altura en interior.

FOTO: PEXELS

Cuidados fáciles de la kentia: ubicación, luz, temperatura y riego

Agradecida con los cuidados y muy poco exigente, lo más importante es buscar una buena ubicación para nuestra kentia. Aunque tiene una increíble capacidad para adaptarse a una amplia gama de condiciones de luz, lo idóneo es encontrar un espacio en el que reciba luz indirecta brillante. Además, si ves que las hojas palidecen o comienzan a amarillear, es un síntoma de que no están recibiendo suficiente dosis de luz.

También debes procurar que tu kentia esté protegida de las fuertes corrientes de aire, del calor y el frío extremos y de los cambios bruscos de temperatura. De hecho, lo ideal es tenerlas en un espacio templado semejante a su hábitat original, con una temperatura ambiental más o menos constante entre los entre los 18 y 24 grados.

El riego es otro punto clave en los cuidados de kentia, que precisa de un sustrato ligeramente húmedo sin que esté encharcado, ya que esto podría provocar la pudrición de las raíces. Un buen truco es ir tocando la capa superior para saber cuándo necesita riego, pero en líneas generales necesitará uno o dos riegos a la semana en los meses cálidos, y un par de veces al mes (e incluso una) en invierno.

Además, se recomienda plantarlas en una maceta grande, ya que alcanzan un gran tamaño, y que tenga agujeros de drenaje por los que pueda escapar el exceso de agua. Por último, las kentias prefieren un suelo arcilloso, arenoso con algo de humus y bien drenado; está recomendado fertilizarlas una vez durante la primavera y otra durante el verano; y recuerda quitarle las hojas secas o dañadas con regularidad para que se muestre en todo su esplendor.