Apenas a cinco kilómetros del Foro Itálico, donde por estos días se disputan las primeras rondas del Masters 1000 de Roma, se conoció una noticia esperada por el mundo entero: Robert Francis Prevost fue elegido como nuevo Papa tras el fallecimiento de Jorge Bergoglio y se llamará León XIV. Y, justamente, hay una conexión entre Prevost, estadounidense de 69 años que desempeñó labores pastorales en diversas ciudades de Perú, y el tenis.

«Me considero un tenista aficionado. Desde que salí de Perú, he tenido pocas oportunidades para practicar, así que estoy deseando volver a la cancha. Este nuevo trabajo no me ha dejado mucho tiempo libre hasta ahora», dijo en una entrevista concedida al portal Agustinian Order en septiembre de 2023, cuando fue nombrado cardenal por el Papa Francisco.

Y en la cancha central del torneo romano, antesala a Roland Garros, se dio a conocer la noticia en medio del duelo entre Jacob Fearnley y Fabio Fognini. El británico ganaba 5-2 en el primer set y se fue a sentar a la silla, mientras en las pantallas del estadio apareció un foto de Prevost al momento de salir al balcón del Vaticano con la leyenda «Papa Leone XIV».

Además, en aquella entevista de 2023 expresó otros hobbies de la vida cotidiana: «También disfruto mucho leyendo, dando largos paseos y viajando, conociendo y disfrutando de lugares nuevos. Disfruto relajándome con amigos y conociendo a una gran variedad de personas. Cada persona puede enriquecer enormemente nuestras vidas».

No es la primera vez que el deporte aparece en la historia de vida de los Sumo Pontífice. Juan Pablo II, al frente de la Iglesia entre 1978 y 2005, lo difundía como una vía para la educación, pero además lo practicaba. En sus años de juventud había jugado al vóleibol, había hecho ciclismo e incluso se escapaba del Vaticano unas horas para practicar esquí en sus primeros años, según reveló su biógrafo, George Weigel.

Además, jugó al fútbol. Integró las divisiones inferiores del KS Cracovia de Polonia, club del que además fue hincha. En el documental Juan Pablo II le habla al deporte, viejos amigos suyos mencionan que tenía condiciones como para jugar de delantero, pero le gustaba atajar. «Era arquero, tenía todas en contra el Papa», lo chicaneó alguna vez Diego Armando Maradona.

Su sucesor fue el alemán Benedicto XVI. No era abiertamente futbolero, aunque reconocía su rol social. “Como juego de equipo, el fútbol obliga a un ordenamiento de lo propio dentro del conjunto; une a través del objetivo común: el éxito y el fracaso de cada uno están cifrados en el éxito y el fracaso del conjunto», escribió en su texto de 1985 Suchen, was droben ist (Buscar lo de arriba).

En su época de cardenal se hizo amigo de Giovanni Trapattoni, cuando entre 1994 y 1997 el entrenador italiano dirigió al Bayern Múnich y Cagliari. El DT contó que el Papa le regalaba libros para que estudie el idioma. Fue jefe de la iglesia durante ocho años hasta 2013, cuando la Comisión Directiva le pidió la renuncia: “Me lo dijo Dios”, afirmó cuando le consultaron por los motivos de su alejamiento.

Allí entró Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y socio número 88.235 de San Lorenzo. El club se movió rápido y capitalizó la llegada al trono de San Pedro de uno de sus hinchas. No solo a través de las redes sociales, también a partir de camisetas o banderas con su cara a lo largo de estos años. Incluso se anunció que el estadio que el club planea construir en algún momento en Avenida La Plata llevaría el nombre de Papa Francisco.

El jesuita Bergoglio se hizo hincha del club fundado por el sacerdote salesiano Lorenzo Massa gracias a un equipo histórico, el campeón de 1946 que formaba con Armando Farro, René Pontoni y Rinaldo Martino. «Recuerdo, en particular, el campeonato de 1946, el que ganó mi San Lorenzo. Recuerdo aquellos días que pasé viendo a los futbolistas jugando y la alegría de nosotros, los niños, cuando regresábamos a casa: la alegría, la felicidad en la cara, la adrenalina en la sangre», comentó en alguna entrevista.