Claudia Pérez

Aunque en muchos aspectos de nuestra vida podemos
estar sometidos a una gran presión, es cierto que esto lo notamos especialmente en el área laboral. Si eres de las que teme que descubran que no tienes talento, que piensa que ha conseguido las cosas por pura suerte o cree que no merece el éxito, entonces sufres el síndrome de la impostora.

Esto es algo que ya casi es intrínseco de cada uno, de la venda que se han puesto en los ojos y que no les permite ver el reconocimiento, las buenas calificaciones o los logros que hayan conseguido, siempre creerán que no han sido realmente por méritos propios, desprestigiándose a sí mismos.

¿Qué es el síndrome del impostor?

Este fue identificado por primera vez en el año 1978 por las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Imes. Primero se vinculó a las mujeres, que en la actualidad siguen siendo la mayoría del porcentaje de quienes lo padecen, aunque posteriormente se ha visto que los hombres también lo sufren.

Esto se debe a algunos motivos como la falta de referentes femeninos, los estereotipos que ha desarrollado la propia sociedad, así como prejuicios de género y la educación recibida. No se trata de ninguna enfermedad mental, ni siquiera tiene que relacionarse con afecciones como la depresión o la ansiedad.

Pero, tampoco se debería de tomar a la ligera, ya que puede tener muchas repercusiones en tu vida, tanto a nivel laboral, como personal. Las estadísticas indican que casi un 70% de las personas han experimentado el síndrome del impostor en algún momento.

La gravedad de esta situación es que se extiende en el tiempo, y que muchas veces no se sabe cómo salir de ella. Poco a poco va minando la confianza que tienes en ti mismo, y en la capacidad para conseguir las cosas por tus propios medios, entrando en escena el miedo constante y la inseguridad.

Trucos para superar el síndrome del impostor

Este tipo de personas suelen sentirse muy incómodas ante los halagos o tienden a restarle importancia y valor a cualquier mérito que consigan, ya que no sienten que sean merecedoras de los mismos. No son capaces de interiorizar y canalizar su propio éxito.

Lo primero que debes hacer es reconocer el problema. Parece algo muy lógico, pero muchas veces estamos tan inmersos y acostumbrados a una situación o un comportamiento, que dejamos de ver por completo que no es algo que está bien. Conecta contigo mismo e intenta averiguar por qué surge este rechazo.

Aprende a celebrar los logros. Este es el siguiente paso, que se debe de aplicar a todo aquello que consigas, ya sea algo pequeño o grande. Vívelo y conecta con las emociones que te surjan. Más que hacerlo por el hecho de haber conseguido algo, es para trabajar la satisfacción y admiración que tiene que tener uno consigo mismo.

Otro de los síntomas de este síndrome, es la distorsión que existe entre nuestra percepción y la que tienen los demás sobre nosotros. Hay que aprender a ver a través de los ojos de la otra persona y preguntarte por qué tienen tan buena opinión de ti. Pregunta si tienes dudas, que no solo te ayudará a ver tus áreas de éxito, sino también conocer las zonas de mejora.

Establecer expectativas y límites realistas es lo que va a marcar un antes y un después. Las exigencias que te pongas no pueden ser irreales, sino que tienes que ajustarlas dentro de tus posibilidades ya que, si no, la frustración va a formar parte de tu día a día.

Para finalizar, y enlazado con todo lo anterior, lo más importante es el autocuidado y, sobre todo, la autocompasión. Sé generoso contigo mismo y da importancia a lo que realmente lo tiene. Aprende a desconectar del trabajo cuando tengas que hacerlo y conectar con otras cosas que te reporten felicidad, como la familia y los amigos.