La Federación Neozelandesa de Rugby (NZR según sus siglas en inglés) dio el visto bueno este jueves a un plan «revolucionario» para vender acciones de los All Blacks a un grupo inversor estadounidense, una elección controvertida que todavía necesita la aceptación de los jugadores para ser aceptada.

«Creemos que esta es una oportunidad emocionante y realmente transformadora que puede beneficiar a todo el deporte para las generaciones futuras», declaró el jefe de la NZR, Mark Robinson.

El acuerdo con el fondo de inversión californiano Silver Lake Partners ha recibido la aprobación unánime de las ligas provinciales durante la asamblea general anual de la Federación en Wellington, pero para ser concretado necesita el acuerdo de la asociación de jugadores, que podría conocerse este mismo día.

Algunos de ellos estiman que se vende el alma de los All Blacks, así que no se descarta un veto.

La propuesta del fondo Silver Lake, con sede en California es de 280 millones de dólares para adquirir parte de la marca «All Blacks», la del mítico equipo que ha sido tres veces campeón del mundo y que gana en promedio ocho de cada diez partidos.

«Los clubes han vendido su alma«, lamentó uno de los predecesores de Robinson, David Moffett, en Radio NZ. Según él, Silver Lake, que gestiona una cartera de activos de 79.000 millones de dólares, intentará exprimir a los All Blacks como limones, aunque eso signifique hacerlos jugar partidos de exhibición «sin sentido» en Estados Unidos.

Los All Blacks son a la vez un monumento histórico y una pasión en Nueva Zelanda, parte integral de la vida de los habitantes y motivo de orgullo nacional frente a sus rivales de Australia y Sudáfrica.

De hecho, uno de los puntos distintivos del seleccionado neozelandés es el Haka que realiza antes de sus partidos, una danza folclórica maorí que impacta a los rivales y al público, pero que a la vez conecta a los neozelandeses con sus raíces más profundas.

«Veremos a los All Blacks jugar más partidos sin interés, lo que devaluará la marca más bella del rugby mundial», augura Moffett.

Muchos fans de los All Blacks ya habían reaccionado en la página de Facebook de la Federación cuando la compañía de seguros estadounidense AIG anunció en 2012 que aparecería en las famosas camisetas negras.

Silver Lake quiere comprar el 12,5% de los derechos comerciales y el derecho a negociar acuerdos en el mundo para vender derechos de televisión y productos derivados. Esto elevaría el valor comercial global del rugby neozelandés a 2.200 millones de dólares.

Es un desafío comercial importante en un momento en el que la NZR pasa por apuros financieros agravados por la pandemia de covid-19, hasta el punto que, según Robinson, amenazan su supervivencia. Perdió más de 25 millones de dólares en 2020, según resultados financieros publicados durante la asamblea general el jueves.

Para el presidente de la NZR, Brent Impey, este acuerdo «representa un punto de inflexión revolucionario para el rugby». Es una «oportunidad única de atraer ingresos comerciales para permitir inversiones en los ámbitos que más lo necesitan», estimó Impey.

El dinero se utilizará sobre todo para ayudar a las federaciones provinciales en dificultades, para desarrollar el juego femenino y la participación de los jóvenes, aseguró.

Las inversiones tecnológicas también permitirán a la NZR «tener acceso a millones de fans en todo el mundo», añadió.

Los aficionados se han mantenido en silencio por el momento, dejando el protagonismo al sindicato de jugadores.

Según documentos revelados antes de la votación, parte de la inversión inicial de Silver Lake, si se acepta el jueves, se destinará a una fundación para salvaguardar los intereses del rugby neozelandés.

El inversor potencial no es un novato: a finales de 2019, Silver Lake adquirió una participación del 10% en el City Football Group, propietario del club de fútbol Manchester City, entre otros.

Si bien los fanáticos del rugby aún no se han manifestado con fuerza, está fresco el antecedente del fracaso de intento de conformar la Superliga europea de fútbol. Lo que era una tentación económica para los clubes, terminó siendo un motivo de furia para sus hinchas.

La pelota, ovalada en este caso, está en poder de los jugadores. Ellos decidirán entre hacerle un tackle al grupo inversor o celebrar el acuerdo con un tercer tiempo.

Con información de AFP

DB​