Faltan ocho horas para el superclásico y el zócalo de la pantalla informa sobre la salida de Lisandro López de Racing.

Faltan siete horas para la final y el editorial del conductor que da inicio del programa deportivo más visto de la Argentina navega entre Boca y River pero no habla de ese Boca-River.

Se acerca el partido y no hay móviles en la puerta de ningún hotel, no aparecen videntes arrojando cartas y lanzando pronósticos. Es la previa de la final entre Boca y River. Pero no es la final que el ambiente futbolero, con todo su sistema a cuestas, había planeado.

En su cuenta de Twitter, la periodista y jugadora de futsal, Delfina Conti hace un montaje y le pone imágenes de jugadoras a la publicidad que Quilmes había difundido en la previa de un superclásico masculino. «El fútbol nos vuelve a sorprender y nos da esta final única en el mundo», es el mensaje de Enrique Macaya Márquez que cambia de contexto.

Será un martes a las 19 y con televisación en directo. Un paso adelante al del Superclásico que se jugó en la Bombonera el 24 de septiembre de 2019, también fue martes pero el encuentro que ganó Boca 5-0 arrancó a las tres de la tarde.

Las pibas se encargan de mostrar el detrás de escena completo. Quedarse con el vaso medio vacío solo alimentaría frustraciones mientras que regodearse de una realidad ficticia confundiría el mapa hacia el futuro.

Vale un recuerdo que trae Romina Sacher, una de las periodistas encargadas de difundir información en el imprescindible sitio elfemenino. Recuerda Sacher que hace 9 años estaba en la cancha de Excursionistas viendo la final entre la UAI Urquiza y la UBA. “Éramos 10 personas en la tribuna”. Ese día para la UAI Urquiza, que ganó 2-1 y se coronó invicta, jugó Agustina Barroso, hoy figura del seleccionado argentino y defensora del Palmeiras.

Desde aquella final que aparece como una simple huella hacia atrás hay toda una historia. La que Mónica Santino empuja en cada picado que arma con el equipo de las pibas de la Villa 31. La que repasa Ayelén Pujol en su libro “Qué jugadora” (Editorial Ariel) en el que da cuenta de un siglo de fútbol femenino y detalla historias de mujeres que por amor al deporte y pese a las dificultades intrínsecas de un ambiente reacio a incluirlas dejaron su siembra para este presente.

“Ojalá se abran cada vez más de estas posibilidades y que esto deje de ser una apuesta, que deje de llamar la atención. La desigualdad en el fútbol se da dentro y fuera de la cancha”, define Pujol, que forma parte de un equipo de transmisión deportiva integrado completamente por mujeres en radio Del Plata.

El torneo que este martes finaliza con todas las luces y un superclásico televisado, arrancó a oscuras. Después de ocho meses de parate, Estudiantes de La Plata y San Lorenzo no pudieron cerrar la primera jornada por un corte de luz en la cancha de Ferro donde ya habían debutado Huracán frente al SAT. Al finalizar ese partido, las torres de iluminación dejaron de iluminar, los técnicos fueron desarmando los equipos de transmisión y sin ningún tipo de información oficial, el partido quedó frustrado.

A pesar del papelón, las jugadoras no quisieron dejar de homenajear a Diego Maradona, a media luz.

“Más allá de todos los inconvenientes que hay, son los avances los que te dan la potencia para seguir luchando. Hay que celebrar las victorias. Y hay perspectiva de futuro que es lo importante”, apunta Pujol.

En esa línea, no es casualidad que el crecimiento del fútbol femenino se dé en consonancia a un movimiento feminista en Argentina que abarca todos los ámbitos de la sociedad.

Mirando hacia adelante, hay un largo camino por recorrer. La etiqueta de “fútbol profesional” que la AFA se colgó como una medalla, es por el momento una denominación ficticia para un entorno en el que el porcentaje de futbolistas que pueden vivir de la profesión es mínimo. Algo que en el ascenso es directamente imposible. Y la pandemia, para colmo, puso otro freno inesperado. 

Sin agudizar demasiado la lupa, el torneo de Primera División abarca apenas al área metropolitana y los obstáculos que deben atravesar las chicas que sueñan con ser futbolistas en otras regiones del país son aún más duros. En el Interior, por caso, hay ligas en las que se juegan dos tiempos de 35 minutos. Y en la mayoría de las provincias no hay infraestructura para que las nenas puedan formarse en canchas de 11.

Que las chicas puedan ir a la escuelita del barrio, que los clubes inciten a probarse en las divisiones inferiores, que crezcan las divisiones juveniles, que la formación sume años de experiencia. Que el Consejo Federal cuente con las herramientas para poder desarrollar la actividad en cualquier punto del país. Que la AFA no programe partidos a las 9 de la mañana que conspiran con la difusión.

Y así los memes de las redes sociales se irán diluyendo inevitablemente.

“Hay una realidad -apunta Sacher-: gran parte de las jugadoras que hoy son parte de los equipos profesionales están en el punto final de su carrera. Entonces es lógico que se quiera avanzar más rápido, que ellas quieran vivir en carne propia lo que empujaron y militaron. Se avanza, pero los pasos son muy cortos”.

En ese camino al frente, el Superclásico aporta una visibilidad saludable que las pibas celebran. Aunque la final entre Boca-River de la que tanto se había hablado no era esta.