Siempre quisimos ser el show de superhéroes más realista em el aire” dice el showrunner Eric Kripke. Habla por supuesto de la recién estrenada y ya disponible en Amazon segunda temporada de The Boys, el show basado en el cómic de Garth Ennis y Darick Robertson, que tomaba todo aquello que sabía cualquier fanático de Batman o Capitán América (que hoy vendría siendo todo el planeta) y lo daba vuelta por completo. ¿Un ejemplo? ¿Qué tal una secuencia donde un falso Aquaman, The Deep, “corteja” para un encuentro sexual a un delfín que finalmente sale disparado por el vidrio de un auto a causa de The Boys, esos sin poderes pero con basto saber militar que quieren detener a los superhéroes de este mundo?

 El mismo showrunner, Kripke, dirá: “Es un trabajo divertido si me pagan para crear un cañón que dispara delfines.” Y es cierto, lo primero, lo obvio y lo innegable de The Boys es su saturación de violencia. Pero funciona precisamente como prueba de su cómico “realismo”. Y ese realismo, en un mundo donde Marvel duerme la siesta sobre pilas y pilas de millones de dólares y habiendo cambiando Hollywood por un rato, tiene que ver no tanto con geopolítica sino con varias cosas. La más básica que describe Kripke, que se educó en el show Supernatural es: “Por ejemplo, una piña de alguien superpoderoso debería atravesar tu pecho. No se ve eso en las películas. The Boys una película de horror en el mundo de los superhéroes. Pero bueno, no tiene esa seriedad”. 

Entonces sí, la primera materia realista es la física, que tiene que ver con explosiones, delfines despedidos por cañones o un falso Superman haciendo lo que gusta con sus poderes (incluso deja caer un avión porque ese accidente permite el comienzo de una movida corporativa y política). Como dice Jack Quaid, que interpreta a nuestro punto de vista en la saga: “Pense que habían creado el mundo más realista posible para mostrar a los superhéroes. Yo soy un nerd que adora los superhéroes. Pero este show deconstruye el género con un realismo que nunca vimos en pantalla. Es muy subversivo. Un personaje como Flash que corre a esa velocidad y atropella a alguien, a un inocente. ¿Cómo podría no suceder algo así? Desde ahí, desde esa herejía que descativa aquello que el género pone en pausa, se demuestra que todo es posible en este show. No lo duden”.

Contra el mundo. Kripke agrega esa segunda dimensión de realismo, la troyana, la que realmente no existe en otros héroes (salvo hablemos de Umbrella Academy o Doom Patrol, que son shows infantiles al lado de The Boys): “Cuando hacíamos la primera temporada, pronto nos dimos cuenta que el show era la perfecta metáfora para el mundo en que vivimos. Esta especie de mezcla entre autoritarismo y celebridades, y el fascismo usando las redes sociales como plataforma para atraer a sus fans. Y encima el género explotó como nunca antes. No había forma de no tocar esas ‘brasas ardientes’ considerando el mundo en que vivimos. Al menos  si pretendíamos ignorarlas salíamos perdiendo. Así es como logramos filtrar comentario subversivos simplemente porque tenemos gente volando en capas y lanzando rayos. Poner superhéroes en esa cultura, en nuestra cultura, es el perfecto reflejo de la locura en que vivimos. Son su perfecto punto de ebullición.”

Como deja en claro la actriz Erin Moriarty, que interpreta a Starlight, la novata que ingresa al mundo de Los Siete, un supergrupo símil Liga de la Justicia o Avengers, al referirse a los problemas que enfrenta su pesonaje en el show se incluyen intentos de abuso sexual (aquí por un superpoderoso compañero de equipo): “El show refleja que nuestra idea de una víctima en esa situación es un poco unidimensional. Tu reacción al abuso es importante, y es importante para ver como impacta en tu vida. Y cuando ves que sucede entre seres superpoderosos, uno piensa ‘ah, si yo fuera ella, haría tal cosa’. Pero al no tener experiencia, al querer pertenecer, si quien te amenaza puede hacerlo: es muy fácil juzgar a las víctimas, y es muy fácil ignorar que no es una situación fácil, que tiene más complejidad que la que uno puede imaginar. Obvio estamos haciendo un show de TV, y si alguien se lleva algo que lo ayuda de ahí, genial, pero tampoco es una muestra, precisamente, de toda la complejidad de esas situación.” Antony Starr, que representa a Homelander, el Superman del asunto, deja en claro la maldad no tan unidimensional de su personaje: “Creo que los superhéroes como género, desde siempre, han sido un cuento moralmente poco amplio, y creo que lo refrescante es que tomamos esa vieja noción y la invertimos. Y termina siendo más poderosa, y refleja como nos perdemos en nuestros ídolos, en nuestras celebridades. Amo como el shows destruye la moral y ética de los superhéroes. Yo amo los cómics, los superhéroes.” La misma Moriarty insiste: “Es una serie sobre el poder. Y eso es crucial. La pregunta es ¿los superhéroes podrían ser gente buena? O ¿es el poder hoy algo bueno al menos en esa escala? Sirve para mostrar los abusos de poder de los hombres blancos, por ejemplo. Estados Unidos. Obvio esta envuelto en un relato que brilla, adorable, precioso, canchero, violento y divertido.”

Kripke sabe que tienen un juguete rabioso, divertido, que baila allí donde otras corporaciones se frenan y son familiares: donde se muestra más a Hollywood que a los superhéros, o al poder blanco de la era Trump que a Lex Luthors. ¿Por qué  cree Kripke que los superhéroes generaron eso en la cultura americana desde que Superman es Superman? “Creo que probablemente funciona como un mito americano, en la manera de los dioses griegos eran un panteón de seres con poderes. Obviamente no los celebramos religiosamente, pero como hago este show, no lo veo así. La verdad de los superhéroes es que serían una idea terrible: la gente es gente. Nadie quiere una bomba atómica que tome decisiones orates. Amo las películas actuales, pero creo la fiebre actual prepara a las audiencias para que un personaje poderoso los salve. Enseña a esperar el gesto superior del vecino. Así terminas con autócratas. Con gente que solo cree que alguien más poderoso o excepcional es quién puede salvarlos. Y no creo en eso. El verdadero heroísmo son gestos pequeños, hasta aburridos, pero que generan comunidad y atentan contra la idea de una comunidad de superhéroes.”  

EL EXPERIMENTADO

Karl Urban no es ajeno a los superhéroes de Marvel, fue parte de Thor: Ragnarok, y también fue Juez Dredd, dos clásicos del género. Pero define rápido lo que ama de The Boys: “No hay personajes simples. Nada es blanco y negro. Todos tienen sus fallas y su vulnerabilidad. Amo la idea de un personaje que esta a punto de convertirse en la cosa que odia para eliminar a la cosa que odia. Con suerte, este grupo humano se puede mantener unido, logrando en esa unión alterar lo que pueden lograr sin cruzar determinadas líneas. Más allá que somos un show irreverente, que deja vetas de la vida real se conviertan en caricaturas, permite ese disfrute.” Y también suma sonriendo: “Ningún personaje cae en el estereotipo que uno puede crear a la hora de ver ya sea su físico, su forma de hablar, su color de piel o cosas así. Amo que podamos hablar sobre la cultura de las celebridades, a través de los súpers. Los súper acá tienen CM, tienen un seguimiento de sus redes como un político, estafan a sus empleados. Y cuanto los adoran, representa cuan arriba están en la cadena alimenticia de su comunidad. También mostramos cuan poco eso que vemos en redes representa la realidad de alguien.”