
Cuidadoras (2025) es un documental de observación filmado principalmente en el geriátrico público «Santa Ana» en la provincia de Buenos Aires. La narración inicia presentando a los residentes y las actividades que se realizan en el hogar, junto con las prácticas de las personas que allí trabajan. A continuación, la cámara sigue a Luciana, Maia y Yenifer, tres mujeres trans que comienzan a realizar sus pasantías como cuidadoras de ancianos en la residencia. Como mujeres trans, es la primera vez que ellas acceden a un empleo formal, hasta este momento dos de ellas sólo han ejercido principalmente la prostitución.
Gracias a políticas públicas -cuya permanencia peligra actualmente- e instituciones como «Mocha Celis» (Bachillerato Popular Travesti, Trans y No Binarie, que tiene como misión su integración en la educación formal), estas cuidadoras pudieron formarse en la educación pública y junto al cupo laboral trans, se les otorgó la posibilidad de ejercer una profesión y abrirse la mente a la posibilidad de considerar una carrera a futuro, algo que quienes no pertenecen a esta minoría social dan por sentado. tegrar a las personas travestis, trans y no binarias en la
Estrenado recientemente en la Competencia Internacional FEMCINE 2025 en Chile, el documental Cuidadoras (2025) previamente ganó el Concurso Incubadora del INCAA y también cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura de Chile y el Programa Ibermedia. Asimismo, durante su desarrollo fue seleccionado en espacios como el Doc Corner del Marché du Film del Festival de Cannes o el Foro de Co-producción Documental de San Sebastián. Todo ello es más que merecido y ojalá el destino del largometraje siga cosechando reconocimientos, puesto que tiene la valentía de dar voz y visibilidad a la comunidad trans, pero también a la vejez, mediante gran empatía y humanidad.
Ambos «tipos» de cuerpos diversos que en el filme se muestran, salen de los cánones hegemónicos, de los estereotipos de belleza, y en el caso de la gente mayor, se alejan de la pretensión inalcanzable de la eterna juventud y su sobrevaloración. Lo cual implica un doble gesto de representación y potencia contrahegemónica, Cuidadoras hace visible aquello que la sociedad se esfuerza por marginar. Aquello que el sistema puja por invisibilizar e ignorar, en oposición, el filme mostrando en una pantalla de cine cuerpos que exceden al sentido de la norma, es la puesta de existencia de una doble minoría social. Desde la potencia de lo queer, «el atributo distintivo de un comportamiento que, sin ser de este mundo, se atreve a hacerse presente en él» (Bolívar Echeverría), hasta el cuerpo desgastado y fatigado de la vejez.
La clave de la poética de Cuidadoras reside en los vínculos y la retroalimentación entre las cuidadoras y los asistidos. El hogar se torna un lugar de hospitalidad y aceptación también para las mujeres trans, ese espacio que alberga personas que se encuentran cerca del final de su vida es el mismo que les permite a ellas por primera vez pensar en la posibilidad de envejecer. En consecuencia, el documental expone una de las problemáticas más crueles que padece la comunidad trans: la corta expectativa de vida, la cual estadísticamente es inferior a los 40 años.
No parece casual que Luciana, Maia y Yenifer elijan como profesión una actividad que involucre el cuidado de otros, algo históricamente asociado a roles sociales femeninos. Sin embargo, ese cuidado se alterna y genera un ida y vuelta constante donde ellas, en especial Maia quien ha sufrido violencia de género y ha tenido una infancia muy dolorosa, recibe sabios consejos de las residentes del hogar. Mientras las protagonistas trans por primera vez, gracias a tener un oficio, se permiten pensar en la posibilidad de forjar un proyecto a futuro, el viejo «Beto» nos regala un hermoso mensaje de perseverancia y amor por la vocación: «hay que hacer lo que te gusta y tratar de vivir de eso».
Las directoras Martina Matzkin y Gabriela Uassouf nos entregan una mirada sensible y con conciencia social no sólo sobre la vejez o la comunidad trans, sino que también interpela al público constantemente acerca de su propia existencia. Por momentos puede incomodarnos, porque nos hace pensar en nuestro propio futuro, en el inminente paso del tiempo, en cómo será nuestra vejez, en cómo quisiéramos ser tratados durante la misma o en qué condiciones quisiéramos morir.