Marcia Faria nació en Rio de Janeiro el 7 de septiembre de 1970 bajo el signo de Virgo. Estudió Psicología en la Ufrj (Universidade Federal do Rio de Janeiro). Prácticamente toda su carrera en cine y televisión la ha hecho como asistente de dirección mechándola con dirección de teleseries. La mayoría de las veces con realizadores de renombre. Como Helvecio Ratton en Menino Maluquinho: O Filme (1995) y Amor & Cia  (1998). Con Geraldo Moraes en No Coração dos Deuses (1999). Y ese mismo año asistió a Ricardo Bravo en el film Oriundi (Mi viejo, 1999) donde uno de sus protagonistas fue el mítico actor mexicano Anthony Quinn. En su antepenúltima película antes de fallecer en 2001 (“Fue el actor preferido de mi papá. Estar con él fue maravilloso, una experiencia muy linda”, afirmó Marcia). En 2001 trabajó por primera vez con el premiado realizador carioca Walter Salles en Abril despedacao (Detrás del sol). Luego con Paulo Thiago en Poeta de Sete Faces (2002) un docudrama sobre el escritor Carlos Drummond de Andrade.

Llegaría así una serie de destacados y multipremiados films como Carandiru (2003) de Héctor Babenco; Diarios de motocicleta (2004) de Walter Salles, Cazuza: O Tempo Não Pára (2004) de Walter Carvalho y Sandra Werneck, Cidade Baixa (Ciudad baja, 2005) de Sergio Machado y Xingu: la misión al Amazonas (2011) de Cao Hamburger. Trabajó en series para televisión de las cadenas HBO, Universal y Fox. Debutó en cine en 2008 con el cortometraje Estación. Actualmente se emite por la plataforma Netflix la miniserie Los cuatro de la Candelaria que filmó en 2024. Fundó y dirige la productora Ipanema Filmes. Su emotiva y singular opera prima en largometraje En búsqueda de Martina (A Procura de Martina, 2024), coproducida entre Brasil y Uruguay, y con una soberbia Mercedes Morán, ha sido premiada en el Festival de Cine de Mar del Plata como Mejor Film Latinoamericano, su protagonista elegida Mejor actriz en el Festival de Cine de Camboriú, y el Premio del Público en el Festival de Cine de Uruguay. Antes de viajar a México para participar en la Competencia Largometraje Iberoamericano de Ficción en el 40° Festival Internacional de Cine de Guadalajara; Marcia Faria estuvo en Buenos Aires para presentar el estreno de su opera prima.

¿Cómo fue que habiendo sido asistente de dirección y para debutar en la dirección de un largometraje ficcional, te metiste en una historia y un tema como éste, que no era nada fácil?
Yo suelo hacer una broma con esto y digo: Cómo hacer una ópera prima más difícil! (risas). Entonces lo hago con otro país, con otra lengua…Fue un proceso demasiado largo, arduo. Yo hice muchos años de asistencia con Walter (Salles) con Héctor (Babenco), directores con los que aprendí  mucho, y pensé que ahora era el momento de hacer algo mío. Y este proyecto nació hace 12 años.

¿Cómo se dividió el tema: era una abuela argentina buscando a su nieto secuestrado en otro país, o la cuestión de la enfermedad del Alzheimer?
Primero empecé a buscar el tema para mi primer largo y me puse a leer muchos libros para hacer algo así como una adaptación. Y encontré un libro que se llama “Clamor e ditaduras no Cone Sul”, que es un libro que habla de todas las dictaduras en América Latina y ahí está claro todo el tema de los nietos secuestrados. Y ahí me venían esas preguntas, ¿Cómo será la cuestión de la familia por sangre? ¿Por la convivencia? El hecho de tener tu vida cambiada por esta forma terrible. Y la llamé a una directora y guionista muy talentosa, Gabriela Amaral Almeida, y comenzamos a charlar y allí yo veo el tema de la memoria. Y al tiempo mientras escribíamos un primer esbozo del guión, sucede que mi madre se enferma de Alzheimer. Y a medida de que yo iba conviviendo con ella, iba cambiando también el guión. O sea que el texto empezó un poco más político y después comenzó a tomar una dirección más personal. Y la idea de la pérdida de la memoria, del apagamiento fue tomando más fuerza dentro de este proceso de escritura el guión.

¿Y cómo se dio el proceso de contar una historia de argentinas, pero en una coproducción entre Brasil y Uruguay?
Estábamos intentando conseguir un fondo a partir de los Acuerdos de coproducción entre Argentina y Brasil, que hubo en una época, y estuvimos en un par de años en el Mercado de Ventana Sur, pero finalmente no pudimos hacer la coproducción con Argentina, me habría gustado mucho. Por otro lado conocí en 2018 a un productor uruguayo, Martín Almada Tomeo, en LabGuión un laboratorio de guiones en Medellín, Colombia. Y ahí ganamos los premios del guión que había. Y me llama Martín y me propone entrar como productor y finalmente así se dio la coproducción que me pareció buena dado que nuestros países, con diferentes características, hemos vivido bajo dictaduras militares. Y ahí se fue armando la estructura de la producción aunque si pensábamos que era un presupuesto chico, no superproducción.

Y la elección de Mercedes (Morán) como Martina, la protagonista, ¿cómo fue?
Y eso fu fácil! (Risas). A ella la vi en La ciénaga, La niña santa, Sueño Florianópolis, Familia sumergida, en toda película que podía verla, la miraba porque ella es increíble, es una tremenda actriz. Al tiempo nos contactamos con Mercedes para arrimarle el guión y luego tener una charla en Buenos Aires. Entre idas y venidas finalmente en 2023 nos encontramos aquí en Buenos Aires (yo vivo en Rio de Janeiro), para concretar y comenzar el rodaje. Y me acuerdo muy bien que estábamos ahí desayunando y entonces Mercedes muy atenta y generosa como siempre hablaba. Y cuando nos quedamos solas las dos hablando, ella me dice: Marcia no voy a poder hacer tu peli. Yo me quedé fría y la miré. Y ella me dice que no puede, que tiene muchos trabajos en esos momentos. Y yo le digo, ¿pero te gustó el guión? Si me encantó, todo, todo! Me contesta. Y le pregunto: Bueno, ¿entonces cuándo puedes? El año que viene, me contesta. Y le digo, yo te espero.

Wow, la esperaron. Pararon la producción un año para tenerla a ella.
Si porque teníamos certezas. Estábamos seguros de que la que habíamos elegido para ser la protagonista, era el alma del film. Era el eje, ella está en todas las tomas, no hay escenas sin que ella esté en la pantalla. Era muy importante que fuera una actriz a quien yo le tenía mucha confianza, y que pudiera hacerlo. Y lo llamo a Rodrigo (Letier, el productor brasileño), y le comento: tenemos una solución y un problema: la tenemos a Mercedes, pero de acá a un año. Y ahí armamos todo para un año después. Corríamos muchos riesgos, es verdad, pero los enfrentamos. Yo esperé más de diez años para hacer este film, no lo iba a hacer con alguien que no le tuviera plena confianza. Entonces espero uno más. Es con alguien a quien yo admiro y quiero que esté, y esperé un año más.

No es la primera vez que trabajás con argentinos. En 2003 fuiste la asistente del realizador marplatense Héctor Babenco en el film “Carandiru”, ¿Cómo llegaste a ese cargo?
Yo no lo conocía a Héctor. Fue Walter Salles, con quien yo ya había trabajado en Detrás del sol, quien me habló y presentó a Babenco y empezamos a trabajar juntos. Héctor era una figura muy controversial, muy exigente, también me enseño mucho. Pero siempre te llevaba al límite, a la exigencia de todo. Era muy duro. Además yo ya había trabajado con sus tres actores, que además son muy amigos, que son hoy los más reconocidos en el mundo como Wagner Moura, Rodrigo Santoro y Lázaro Ramos. Fue una experiencia de vida, fue rodado en una cárcel, que por un lado había una sección que estaba vacía y ahí es donde rodamos, pero todo alrededor era una cárcel en serio con prisioneros de verdad.

Era una película muy masculina. ¿Cómo te manejaste como mujer y ser la mano derecha de director, y dando órdenes con un megáfono a todos hombres, que encima había ex convictos?
Lo más difícil era manejar los movimientos de masas, los extras. Tenía que cuidarme bastante. Habían traído para los extras, varias personas que ya habían estado detenidas, o sea con experiencia en estos sitios. Había cierta tensión. Yo estaba siempre acompañada por un guarda cárceles. Los extras usaban la misma ropa que vestían los presos. Entonces había mucha preocupación de que algunos se cambiaran, y que alguno se escapara. No querían estar ahí. Y me acuerdo que antes de empezar a filmar había habido una amenaza de que iban a secuestrar a algún actor o al director. Hasta se llegó a pensar en no rodar ahí. Pero bueno, había un montón de normas de seguridad. Una vez estaba rodeada de unos 800 hombres y yo tenía que ponerme a dar órdenes y a gritar. Y miraba a todo mi alrededor y pensaba: “por qué me metí en esto, ¿Qué hago yo aquí?” (Risas). Pero tenía un equipo muy bueno e inmediatamente tenía cuatro o cinco personas del staff rodeándome, por las dudas. Fue un aprendizaje, nunca había filmado con tantos extras.

Y ahí nomás fuiste al Perú a asistir al rodaje de “Diarios de motocicleta”…
Walter y su equipo ya venían rodando en otros países, y habían parado de filmar y justo cuando empiezan el rodaje en Perú, él me llama para trabajar allí. Fue una experiencia linda, con las escenas en el hospital de los leprosos. Fue una producción difícil, muchos extras, con barcos, en una zona selvática y en diversas localidades. Estuvimos rodando en Lima, en Cuzco, en Machu Picchu, en Iquitos. Y el río donde aun estaba el barco abandonado que usó Werner Herzog en “Fitzcarraldo” (1982). Eso me dio mucha emoción.

¿De todas esas experiencias, cuáles fueron las que más te sirvieron para tu trabajo como directora?
Y es difícil esa pregunta, porque casi todos ellos, los directores para los que trabajé, han agregado cosas para mi formación. Yo siempre pensé que tardé mucho para empezar a dirigir. Empecé a dirigir cuando tenía 40 años. Primero unos episodios para series de TV. Luego hice ya como directora general una serie de 15 episodios. En esas primeras experiencias cuando estuve en el set ya con los actores, sentí y agradecí mucho todos los años que tenía de asistente de dirección. Porque dentro del tiempo que teníamos pudimos hacer todas las resoluciones de puesta en escena, confiaba mucho en lo que había aprendido en esos años. Para mí el cine que me gusta hacer es el que está muy relacionado con la actuación. Con la cámara al servicio de los actores. No tanto con las peripecias de la cámara o mostrar que la manejo bien. Para mí es importante que la audiencia se entregue a lo que está viendo, que se conecte.

Ahora que ya perteneces al grupo de las directoras de cine de largometraje, ¿sentís que hay una mirada propia?
Si pienso que sí. Por ejemplo, aquí en La búsqueda de Martina tenemos una protagonista femenina, que a su vez está rodeada de personajes femeninos. Su marido está muerto, a su nieto no se lo ve. Desde el principio con Gabriela (Amaral Almeida, la coguionista), nos impulsó la idea de hacer un personaje que viniera fuerte, que tuviera una fuerte pulsión de la vida, además de las otras mujeres que la ayudan. Creo que las mujeres directoras, con guionistas mujeres y protagonistas mujeres es bien contundente, es una cosa buena, es una mirada más del cine. Pero también es importante que haya paridad en los Comités que deciden los Fondos para producir una película. También sucede que no hay muchas mujeres directoras que alcanzan a hacer películas con grandes inversiones. Eso me parece que está cambiando un poco.

Ya estrenada «La búsqueda de Martina», ¿tenés en preparación o terminado algún otro guión, para una próxima película?
Tengo dos guiones. En julio creo que ya termino uno y el otro estamos buscando fondos para producirlo. Uno se llama “Ella no sabe tejer” que es con cuatro señoras mayores que están en una situación de sus vidas un tanto difícil que a la altura de sus vidas no era para estar así. Entonces empiezan a hacer pequeños hurtos, pero siempre pensando en realizar un gran asalto, un gran robo. La otra se llama “Chin Chin y Bené”. Es la historia de una chica de 10 años que se ve obligada a vivir con su abuela de 60. Y deben convivir, y un día la niña encuentra un pingüino en la playa de Copacabana y decide llevarlo a la Patagonia. La abuela es una persona que fuma, que bebe, que le encanta el juego. Es una road movie y la historia es que ellas dos se van en auto desde Rio de Janeiro hasta la Patagonia para devolver al pingüino a su familia.