El 10 de febrero de 1824, el General José de San Martín se embarcó junto a su hija Mercedes en el navío Le Bayonnais, rumbo a Francia. Poco antes, había hecho construir un sepulcro para su esposa. y en la lápida graba: “Aquí yace Remedios Escalada, esposa y amiga del General San Martín”, hizo grabar en su lápida. Fue a su sepultura, dialogó con ella en silencio y luego se despidió de ella y de Argentina, y cruzó el Océano Atlántico, rumbo a su exilio definitivo.

Al llegar a El Havre, el 23 de abril de 1824, la policía de Luis XVIII hizo una requisa de su equipaje, encontrando libros y diarios de contenido republicano. Se los retuvieron, pero después se los devolvieron. Le impidieron residir en Francia. Días más tarde se embarcó para Inglaterra donde permaneció poco tiempo, dejando a su hija pupila en un colegio. Participó de varias reuniones sociales y en una de ellas retó a duelo a Bernardino Rivadavia, hecho que finalmente no se produjo, aunque si la separación definitiva entre ambos.

El 11 de septiembre de 1824 partió hacia Bruselas, para residir en un ámbito donde pudiera tener una mayor tranquilidad económica. Más luego, la soledad se sentía y fue buscar a su hija a Gran Bretaña.

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En aquel tiempo su economía estaba bastante comprometida ya que Perú no le enviaba a tiempo la pensión vitalicia que le habían otorgado por decreto, por su condición de Protector del Perú, tras lograr la independencia de España el 28 de julio de 1821, en Lima.

A fines de 1828 se embarcó para Buenos Aires, pero enterado de la Revolución de Lavalle -que terminó con el gobierno y con el fusilamiento de Manuel Dorrego- decidió no desembarcar, negándose a recibir el gobierno que le ofrecía Juan Galo de Lavalle, pues se negaba rotundamente a participar de una sostenida guerra fratricida. En febrero de 1829 se trasladó a Montevideo, donde permaneció hasta fines de abril, y regresó a Europa.

En 1830, dejó Bruselas, ya que París le abrió sus puertas, luego de la caída de Carlos X de Borbón con la revolución de julio de ese año. Luis Felipe de Orleans era el nuevo rey. Eso marcó el fin de los Borbones y el comienzo de su residencia en Francia.
Gracias a la gestión de Bernardo O’Higgins, en 1832 el Gobierno del Perú le envió parte de la pensión adeudada, con lo cual su situación económica apremiante tuvo un respiro.

San Martín, el héroe correntino que vivió la primera devastación de su patria salvaje

Para ese entonces, Mercedes se casaba con Mariano Balcarce y además se produjo el encuentro con Alejandro Aguado, ex compañero de armas en el Ejército Español, quien se había convertido en banquero de la corona española.

Aguado se convirtió en el mecenas de San Martín y, a partir de ese momento, su situación cambiaría sustancialmente. Entre otras cosas, pudo comprar la Casa de Grand Bourg, donde el Libertador residió desde 1834 hasta 1848, cuando se trasladó junto a su familia a Boulogne sur Mer.

En esa casa, lo visitó – entre otros- Domingo Faustino Sarmiento, en 1846 y 1847.

En 1848, le escribió al presidente del Perú Mariscal Castilla.

“Ahora sólo me resta, para terminar mi exposición, decir a usted las razones que motivaron el ostracismo voluntario de mi patria”, le decía a Castilla y, a continuación, le detalló la guerra sostenida que el gobierno de Buenos Aires le hacía en sus papeles ministeriales, no obstante que estaba totalmente alejado de cualquier facción política. También se lamentó del uso de su nombre que hacía la oposición al gobierno, sin su aprobación ni conocimiento para mostrarlo como el hombre capaz de organizar el Estado. Toda esa situación lo llevó a embarcarse para Europa).

Discusión por los restos de San Martín

Dos años más tarde, el 17 de Agosto de 1850, a las tres de la tarde (hora de Francia) falleció en compañía de su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce, sus nietas María Mercedes y Josefa Dominga, su médico, el Dr. Jordán y el Sr. Javier Rosales, encargado diplomático de Chile en Francia.

Ese día San Martín se levantó sereno y se trasladó a la habitación de su hija, donde pidió que le leyeran los diarios, comió algo e hizo poner rapé en una caja para invitar a su médico cuando llegase. El profesional lo visitó esa mañana. Nada de anormal descubrieron en él quienes lo acompañaban, pero a las dos de la tarde entró en crisis y sin abandonar la habitación lo colocaron en la cama de Mercedes, a quien le exclamó “es la fatiga de la muerte” y luego dirigiéndose a Balcarce, le pronunció la últimas palabras “Mariano, a mi cuarto” y después de un movimiento convulsivo, expiró.

En esa casa de Grand Bourg lo visitó – entre otros- Domingo Faustino Sarmiento, en 1846 y 1847

Al día siguiente llegaron dos amigos, el Sr. José Guerrico y el Sr. Félix Frías, quien expresó: “tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los despojos mortales de ese hombre cuya vida pertenece a las brillantes páginas de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos marcados de su carácter severo y respetable, tenía un crucifijo sobre el pecho y había otro sobre una mesa, al lado, entre dos cirios encendidos, dos hermanas de caridad rogaban por el alma del difunto”.

El día 18, el Sr. Rosales y el dueño de la casa donde vivía San Martín, el Dr. Henry Adolphe Gérard, un destacado abogado de la localidad y bibliotecario de Boulogne, se dirigieron al señor Alcalde, presentándole una nota donde la hacían saber que había fallecido el Gral. San Martín, y le solicitaban la autorización para depositar el cuerpo en una cripta de la Iglesia de Notre Dame. Decían que sus restos embalsamados serían depositados en un ataúd de plomo, el cual a su vez sería contenido en otro de roble y todo dentro de otro de madera de pino, razón por la que las condiciones de salubridad estarían plenamente garantizadas. La nota lleva la firma de Rosales, pero se cree que la redactó Gérard.

El Alcalde solicitó al Dr. Cousin, médico del Registro Civil, que certificara que se habían tomados las medidas para garantizar la salubridad pública. El señalado médico -el día 19- dejó constancia de haber verificado que el cuerpo embalsamado fue depositado en un triple ataúd, que el del medio es de plomo soldado con la finalidad de prevenir cualquier emanación nociva capaz de comprometer la salubridad pública.

El sepelio se realizó el día 20 de Agosto a las 6 de la mañana, acompañando el coche fúnebre rodeado seis hombres con capas negras; el Dr. Mariano Balcarce, los Sres. J. P. Darthez, F. J. Rosales, José Guerrico, Felix Frías, A. Gérard y un vecino del mismo.

Después de 30 años sus restos mortales embalsamados llegaron a Buenos Aires, donde descansan en la Catedral Metropolitana.

Dr.en Leyes, Presidente Asociación Cultural Sanmartiniana de San Juan; Académico de Número del Instituto Nacional Sanmartiniano