
domingo 17 de agosto de 2025
En The Balconettes (Les Femmes au balcon, 2024), la actriz de Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu, 2019) y Tár (2022) vuelve a colocarse detrás de la cámara con este film presentado en Cannes, que cuenta con la colaboración de Céline Sciamma (directora de Retrato de una mujer en llamas y Petite Maman, entre otras) en la producción y el guion.
La historia comienza con un guiño a La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) de Alfred Hitchcock: la cámara recorre la rutina diaria de un vecindario de Marsella durante una ola de calor, observando la vida de tres amigas muy distintas (interpretadas por Souheila Yacoub, Sanda Codreanu y la propia Merlant), quienes se sienten atraídas por su joven y escultural vecino (Lucas Bravo, de la serie Emily en París). Un día lo visitan en su departamento y, entre coqueteos y alcohol, algo se sale de control: al día siguiente, el muchacho aparece muerto.
La película se transforma entonces en una comedia negra al estilo de ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009), o, más acertadamente, Malos pensamientos (Very Bad Things, 1998), e incluso puede leerse como una versión femenina de este tipo de relatos, al estilo de Despedida de soltera (Bachelorette, 2012). Los enredos, las malas decisiones y el caos que se desata conducen a una verdadera odisea sangrienta.
La trama transita entre el drama y la comedia negra, con escenas que incluyen penes amputados, consultas ginecológicas y cuerpos semidesnudos, todo presentado con una naturalidad descarada. Al mismo tiempo, se construye un discurso rebelde en torno a los mandatos que la sociedad impone sobre los cuerpos femeninos, sean o no hegemónicos. Una de las amigas hace videos eróticos en la web, otra realiza un taller de escritura, y la tercera mantiene una relación estable que le genera más frustraciones que certezas. Todas, desde distintos lugares, buscan reconectarse con sus deseos y tomar el control de sus vidas, alejándose de las masculinidades tóxicas que las rodean.
Esta producción francesa experimenta con la mezcla de géneros y registros de forma deliberadamente caótica, como si romper con los cánones sociales impuestos a las mujeres implicara también desafiar las estructuras narrativas tradicionales. Es una apuesta por la libertad expresiva en todas sus formas.
Lo que queda claro es que Noémie Merlant no está dispuesta a hacer concesiones de ningún tipo ni a transitar caminos convencionales, y eso resulta admirable. Alguien que expone —y se expone— en todo su esplendor para arriesgar con una película que desconcierta y sorprende por igual merece atención y respeto como una voz autoral emergente.