jueves 14 de agosto de 2025

Homo Argentum (2025) es una colección de 16 cortos —algunos sorprendentemente breves— que diseccionan la idiosincrasia nacional a través de personajes arquetípicos, todos interpretados por Guillermo Francella.

Como suele ocurrir en las películas de episodios, como el clásico local Relatos salvajes (2014), la calidad de los segmentos es irregular. Hay cortos que se sienten como simples chistes de muy corta duración y apenas alcanzan la estructura de un sketch (el del presidente, el del relator de fútbol o el del cura), mientras que otros están mejor desarrollados. Entre estos, se destacan el de la herencia familiar (el mejor de todos), el del juguete robot y el de la fiesta en el edificio. Sin embargo, en todos ellos se proyecta una versión desalmada del argentino, emulando la sátira mordaz de la “comedia italiana” cuyo máximo exponente es Los monstruos (I mostri, 1963) de Dino Risi.

No es casualidad que Francella sea el elegido para encarnar el «gen argentino» según Cohn y Duprat. Su personaje es el arquetipo del porteño ventajero, fanfarrón, estafador y miserable; un individuo sin piedad ni escrúpulos que busca su propio beneficio a cualquier costo. Este perfil, más asociado a la clase media y media-alta, proyecta un imaginario que, en la visión de los directores, permea a todas las clases sociales y regiones del país. En cierto modo, Francella ha sido la cara de este personaje en casi todas las producciones de la dupla, sea en la película Mi obra maestra (2018) o la serie El encargado (2022).

Esta repetición de estereotipos hace que la película, más que parecerse al ingenioso relato satírico de Damián Szifrón, se asemeje a una versión cinematográfica del programa de televisión Poné a Francella con una capa de crítica social. Si bien hay una clara intención de polemizar y generar controversia —una marca registrada del dúo desde El artista—, esta ambición no logra disimular lo que realmente es: una sucesión de estereotipos previsibles.

Lo más cuestionable de Homo Argentum es la ideología que subyace en su propuesta. El filme presenta a los argentinos como víctimas de una tragedia sin solución, una fatalidad que persigue a los ciudadanos desde sus orígenes y de la que es imposible escapar. El mensaje implícito es que esta desgracia no es de origen cultural o político, sino que es fundacional. Esta visión, que atribuye a la «argentinidad» un comportamiento miserable e inmutable, es una proyección ideológica de los directores y no una representación fiel de una realidad social y culturalmente compleja. Es, en esencia, una crítica que nos dice más de la mirada de quien la enuncia que del país que pretende retratar.