
En François Truffaut: mi vida en un guion (François Truffaut. Le Scénario de ma vie, 2024), el cine deja de ser una técnica para convertirse en una confesión: cada encuadre, cada diálogo y cada silencio revelan una parte del alma de un hombre que nunca dejó de buscarse a sí mismo.
Este retrato del célebre director francés de la Nouvelle Vague se construye desde la voz y la memoria, recuperando las grabaciones que Truffaut comenzó a compartir con su amigo Claude de Givray antes de su muerte, cuando intentaba dar forma a una autobiografía inconclusa que pensaba titular “El guion de mi vida”. Lo que el documental propone es una reconstrucción de ese relato fragmentado, utilizando como materia prima cartas personales, entrevistas, material de archivo y, sobre todo, las propias películas del realizador.
Desde Los 400 golpes (Les quatre cents coups, 1959), su debut fundacional y semi-autobiográfico, hasta Jules y Jim (Jules et Jim, 1962) o La noche americana (La nuit américaine, 1973), la obra de Truffaut aparece como un espejo emocional, un diario filmado donde cada plano responde a una pregunta esencial: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿por qué me duele amar?
El documental traza un recorrido no lineal por la vida del cineasta, pero sí temáticamente estructurado: la infancia abandonada, la figura ausente del padre, la frialdad de una madre incapaz de amar, y la aparición redentora de André Bazin, su “padre intelectual”. Más que anécdotas familiares, estas son las heridas que marcaron a fuego su cine. Su identidad se gesta a partir del rechazo y la búsqueda; Truffaut creció sin un guion claro, y lo escribió en la pantalla.
Esta constante crisis de identidad se plasma en su filmografía como una extensa narrativa de formación. Cada etapa de su cine —los relatos sobre su infancia, las películas de género, los dramas de época— es también una forma de procesar el pasado, una estación emocional en un viaje existencial.
Fiel al espíritu de la Nouvelle Vague, François Truffaut: mi vida en un guion también pone en el centro la figura del autor. El documental subraya su defensa del cine como arte personal, su rechazo a los directores “de oficio” y su pasión por el “cine hablado”, una forma de monólogo interior, confesión, testimonio.
El uso de cartas, entrevistas y grabaciones sonoras le otorgan al film una textura íntima y confesional. No escuchamos a un narrador omnisciente, sino al propio Truffaut —y a sus allegados— hablar en primera persona. Esta estrategia narrativa logra convertir al espectador en confidente al leer, entre líneas, el diario emocional de un hombre que usó el cine para sobrevivir a sí mismo.
François Truffaut: mi vida en un guion es más que un repaso biográfico. Es una carta de amor al cine como espejo del alma, un manifiesto sobre la autorreferencialidad como forma de autenticidad.