Cazorla es un paraíso para todos los amantes de la naturaleza y, por extensión, del turismo rural. Lo normal, si se piensa que está en el centro del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, el mayor espacio natural protegido de España y el segundo de Europa. Para colmo, Reserva de la Biosfera por la Unesco. Un auténtico vergel sembrado de valles, tajos y montañas entre los que se alza este pintoresco pueblo. No está en Cádiz, como Olvera, pero también él es blanco a más no poder, abriéndose paso entre un mar de olivos y a la sombra de la peña de los Halcones, oficiando de privilegiado mirador sobre estas tierras.
Hay por aquí, además, un acogedor ambiente de montaña, que nada tiene que ver con el de Jaca, la ciudad de Huesca que te pone a los pies de los Pirineos, ni con Potes, a la sombra de Picos de Europa. Cazorla es un pueblo serrano en pleno paraíso interior de Jaén, en la Andalucía más verde y montaraz. Lo dominan no uno sino dos castillos. Y está a solo tres horas de Madrid.
Abajo, el de la Yedra, en la parte inferior del cerro de Salvatierra. Una construcción de época bereber terminada por los castellanos en la que sobresale la imponente torre del homenaje, que alberga el Museo de Artes y Costumbres Populares del Alto Guadalquivir. Arriba, el de las Cinco Esquinas, en lo alto del mismo cerro, levantado para reforzar la defensa frente a los nazaríes de Granada y hoy bastante deteriorado.
A su alrededor, desparramándose ladera abajo, un laberinto de calles estrechas donde se combinan las viviendas tradicionales con algunas casas señoriales. En los tiempos de Al-Ándalus, fue una plaza fuerte por su posición estratégica, pero la ciudad, según parece, ya existía de antes. Fue ganada para la causa cristiana en el año 1235 por el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, momento en el que pasó a ser Adelantamiento de Cazorla, y después ciudad en 1813 durante las Cortes de Cádiz, por haber intervenido en la guerra de la Independencia (1808-1814).
Vista panorámica de Cazorla con el castillo de la Yedra en primer plano.
PEXELS/PEDRO V. GARRETT
En fin, que toda esta historia precede a este villa de siete mil habitantes que es la cabecera de la comarca de la Sierra de Cazorla y el orgullo de los jienenses, junto con otros hitos como Segura de la Sierra. Además, tiene buenos vecinos. Nada menos que Santiago-Pontones, donde nace el río Segura; o La Iruela, como un diminuto Cazorla, a los pies de una peña y con castillo. Allí está el Centro de Visitantes Torre del Vinagre, para quienes busquen más información. Sin olvidar Úbeda, una de las ciudades andaluzas más señoriales, llena de joyas renacentistas; o Quesada, donde se halla el Museo Miguel Hernández-Josefina Manresa y en cuyo término nace el Guadalquivir, que no solo es el río de Sevilla.
Una ruta de senderismo sin salir del pueblo
A Cazorla pueblo, además de bañarlo el río más andaluz de todos los ríos, también lo hace el Guadalentín (no confundir con el de Murcia), que se sumerge en un impresionante barranco ofreciendo uno de los paisajes más desconocidos y salvajes de la Andalucía oriental, entre grutas y cascadas, y el Cerezuelo, que es el que riega las huertas. Ofrece, por cierto, una senda muy a mano para toda la familia, que empieza en la plaza de Santa María, va en dirección al castillo y gira a la izquierda para adentrarse entre chopos. Después ya se trata de seguir el curso del río, con la posibilidad de hacer la ruta circular (unos 2,5 km) o seguir hasta La Iruela pasando por el ermita de la Virgen de la Cabeza.
Un rincón de las ruinas de la iglesia de Santa María.
WIKIPEDIA/QUINOK
Al margen del disfrute del entorno, hay que acercarse sí o sí a las ruinas de la iglesia de Santa María, en la mencionada plaza. Un lugar conmovedor que podría ser el decorado de una película de Tarkovski. Renacentista del siglo XVI, muy probablemente obra del gran Andrés de Vandelvira, a quien tanto le debe Jaén, tal vez no se acabó nunca. Pero lo que está claro es que una tormenta en 1694 provocó una riada que se llevó todo por delante, a lo que hay que sumar, tiempo después, el bombardeo y los incendios provocados por los franceses en la citada guerra, que provocaron su hundimiento.
Qué ver en Cazorla además de sus castillos
No obstante, gracias a los trabajos de restauración y consolidación, se pueden apreciar todavía algunos elementos, como la bóveda del interior de la torre en la capilla de San Cristobalón, la bóveda sobre el ábside y el altar mayor, las portadas de la fachada norte y lateral, así como la escalera de caracol de la capilla de la sacristía. De hecho, se utiliza como escenario para actos culturales y acontecimientos civiles o religiosos. Y no es de extrañar.
Y si la contemplación de estas ruinas ofrece una experiencia sobrecogedora, otro tanto pasa, aunque con distintos matices, si uno se interna en la bóveda de medio cañón (1536) que cubre el ya nombrado Cerezuelo, diseñada precisamente para facilitar la construcción de dicho templo sobre una gran plaza y así solventar el problema de incomunicación de las dos márgenes del río.
El río Guadalentín represándose en el embalse de la Bolera.
WIKIPEDIA/VEINTICUATRO DE JAHÉN
Tras ello, hay que seguir pateando Cazorla, perdiéndose por su urdimbre urbanística y dejándose sorprender, por ejemplo, por la fuente de las Cadenas, construida en 1605 en homenaje a Felipe II en estilo herreriano, con tres caños y remate con cornisa clásica; o por la casa de las Cadenas, con elementos renacentistas y un arco de entrada con el escudo de la familia Godoy.
También por el teatro de la Merced, escenario de su afamado Festival Internacional de Teatro, junto al ayuntamiento, ambos en la antigua Casa de la Merced (XVI). El primero, en lo que fue la iglesia; el segundo, en el convento. Dejándose un hueco siempre para las iglesias del Carmen, de San José o de San Francisco, además de las numerosas ermitas y el monasterio de Montesión, en medio de la sierra. A todo ello se suma el placer de su gastronomía (carne de monte, lomo de orza, gachamiga, huevos a la cazorleña o el rin ran, la tapa estrella), la paz que brindan sus cortijos entre olivares y el culto a ese oro líquido que es el aceite de oliva virgen extra.











