lunes 24 de noviembre de 2025

Noviembre (2025) se inspira en la toma del Palacio de Justicia de Bogotá, ocurrida el 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando el grupo insurgente M-19 irrumpió en el edificio y mantuvo retenidos a magistrados, empleados y visitantes. La respuesta militar desplegada para recuperar el lugar provocó incendios, muertes, desapariciones y una controversia institucional que continúa abierta en Colombia. 

La película no reproduce el operativo militar ni reconstruye cronologías, sino que sitúa a guerrilleros, civiles y heridos dentro de un baño sin salida. Ese recorte espacial instala una perspectiva que obliga a pensar el acontecimiento no como hito político sino como experiencia límite para quienes quedaron atrapados por una disputa ajena.

La trama sigue a un grupo mixto de rehenes y combatientes que, tras el fracaso del ingreso al edificio, quedan incomunicados mientras en el exterior avanza una respuesta militar desmedida. Entre cuerpos heridos, escasez de recursos y rumores fragmentados, deben enfrentar la incertidumbre sobre su destino, negociar espacios mínimos y convivir sin saber si habrá rescate, rendición o muerte. La tensión narrativa surge de esa convivencia forzada más que del enfrentamiento armando.

La puesta en escena sostiene esa operación. La cámara trabaja primeros planos, cuerpos superpuestos, respiraciones cortadas, miradas que buscan respuestas. Los pasillos, disparos y órdenes se escuchan, pero casi nunca se ven. El fuera de campo organiza el relato y transforma el sonido en mapa de la amenaza, mientras el montaje interrumpe cualquier ilusión de continuidad. El tiempo se vuelve desgaste, espera, negociación silenciosa para sobrevivir.

El film prescinde de explicaciones, antecedentes o discursos justificatorios. La violencia no aparece como argumento sino como irrupción que modifica vínculos, jerarquías y decisiones dentro del baño. Esa elección narrativa instala una pregunta incómoda: qué ocurre con quienes nunca fueron protagonistas del conflicto pero deben asumir sus consecuencias. La memoria histórica emerge desde los cuerpos, no desde los documentos.

En esa economía formal, Noviembre plantea que la guerra no siempre se comprende mirando el campo de batalla, sino observando a quienes permanecen sin saber por qué. Su efecto no está en ilustrar el pasado, sino en recordar que aún es difícil nombrarlo.