La novelista Aggie Wiggs (Claire Danes), ganadora del Pulitzer, vive comprensiblemente huraña y aislada en su rica mansión desde la muerte de su hijo, cuya custodia compartiera con su esposa Shelley (Natalie Morales), sin anotarse otro éxito editorial desde entonces. Un buen día, Nina (Brittany Snow), esposa del magnate Nile Jarvis (Matthew Rhys), toca a su puerta para presentarse como la nueva vecina, gesto de amabilidad que Aggie tiene que soportar, máxime porque sobre los Jarvis pesa un escándalo terrible y la sospecha de que, probablemente, el supuesto suicidio de la alocada, drogadicta y soberbia ex de Nile, en realidad haya muerto a manos de este, en un asesinato que, por diversas razones (económicas y, por supuesto, políticas), ha sido silenciado.  

Jodie Foster y Conan O’Brien, productores de La bestia en mí (The Beast in Me, 2025), apuestan a contar la típica historia del vecino sospechoso, cuya sombra oscurece, incluso, al hogar más luminoso del vecindario. Si bien se trata de una historia manida, Claire Danes convence, en su papel de avejentada y atormentada escritora, al lado de la igualmente convincente actuación de Matthew Rhys, como el vecino incómodo. 

Al contrario de otras series o películas, en las que cabe la posibilidad de que la sospecha de asesinato sea infundada, La bestia en mí sigue un camino deliberado, evitando todo “plot twist”, mostrando, ya sea a través del recurso siempre ilustrativo del flashback, o de momentos presentes, la historia de un hombre ambicioso que, tampoco resulta culpable en solitario, al formar parte de una familia poderosa que no se detiene ante nada para lograr sus objetivos, personificada en Martin Jarvis (Jonathan Banks), el influyente patriarca, a quien rebeldemente se opone Nile y cuyos enredos siempre se encarga de deshacer. Resulta esclarecedor que, en varios títulos del quehacer cinematográfico estadounidense, el “problema” de la tierra -léase gentrificación (The Last Black Man in San Francisco, Joe Talbot, 2019), apoderamiento violento de amplias geografías, a fuego y sangre (Hostiles: violencia americana, Scott Cooper, 2017), o la invasión a otras naciones (Jarhead, Sam Mendes, 2005)-, aparezca como fondo, motivo y constante, como una herida abierta. “La bestia en mí”, no es excepción. La concejala Olivia Benítez (Aleyse Shannon), de significativa ascendencia latina, se opondrá a Jarvis y su proyecto inmobiliario que dejaría sin hogar a cientos de personas. No falta el personaje que representa a la mariposa nocturna que revolotea, siempre funesta, sobre el sospechoso, encarnado en la figura de Brian Abbot (David Lyons), petético agente del FBI, alcohólico y varias veces amonestado por su comportamiento, que cree fervientemente en la culpabilidad de Jarvis y que, como toda mariposa, será sacrificada en el altar del asesino. 

El amor, que no puede obviarse, aparece en la serie como una necesidad. Nile, en realidad, siente atracción hacia Aggie, y Aggie hacia Nile. Una escena conmovedora, cuando la editora de ella la ha convencido de indagar en la vida del magnate y escribir un libro, a lo cual este accede, y que se desarrolla en la casa de Aggie, tras una velada al calor de las copas, es suficiente para mostrar la soledad interior de ambos personajes. Nile levanta a Aggie, que se ha quedado dormida, del tapete sobre el cual ambos han estado bebiendo, en el prohibido cuarto del hijo fallecido, y la pone sobre la cama, como un padre protector. Acaso Nile siga guardando las apariencias de inocencia, acaso no le conviene matar a su vecina. Acaso, en efecto, existe entre ambos una atracción. Fatal, pero atracción, al fin y al cabo. ¿A qué, si no, obedece que Nile parezca ser un ángel negro que, probablemente, se vaya deshaciendo de aquellos que han afectado dolorosamente la vida de Aggie? 

El título -la bestia interior, el señor Hyde que duerme en Jekyll, la sombra, la parte oscura- revela su nula preferencia de género cuando comprendemos que, en realidad, no sólo se trata de Nile y sus demonios, sino de los que, personalmente carga Aggie, en un discurso final de presentación de su nuevo libro (titulado, precisamente, “La bestia en mí”), cuando pronuncia las palabras: 

Venganza alimentando venganza. Una herida que jamás sana. También soy cómplice de este ciclo. Mis manos no están del todo limpias”. La bestia en mí es tan dolorosamente sincera, como catárticamente profunda en sus implicaciones.