

El fin de semana que viene no será uno más para la vida de River. Tanto en lo institucional como en lo deportivo, el inicio de noviembre traerá escenas importantes en el planeta riverplatense. El sábado habrá elecciones, por lo que los socios elegirán al nuevo presidente, y el domingo a las 20.30 el equipo de Marcelo Gallardo jugará su último partido como local en la fase regular del Torneo Clausura ante Gimnasia.
El duelo ante el Lobo se imaginaba como un partido más, pero se transformó en un encuentro de alta tensión. La eliminación de la Copa Argentina con Independiente Rivadavia y el mal andar del equipo, que tiene en riesgo la clasificación a la Libertadores 2026, anuncian un Cabildo abierto en Udaondo y Figueroa Alcorta.
“Jugadores, la c…de su madre, a ver si ponen huevos, que no juegan con nadie”, tronó en el Kempes el viernes a la noche -ya madrugada de sábado- tras la eliminación con el equipo mendocino. Ya se habían oído insultos a los futbolistas en Núñez, en la derrota con Sarmiento. Y el domingo los gritos contra los jugadores se volverán a reiterar. Es que el lazo entre los hinchas y quienes salen al campo de juego ya se rompió y sólo unos pocos se salvan del escarnio público.
Además de la eliminación en la Copa Argentina, River viene de sufrir dos derrotas consecutivas en el Clausura en el Monumental frente a clubes modestos, como Riestra y Sarmiento, y con una evidente inferioridad histórica, presupuestaria y futbolística.
Para colmo, se suman a las frustraciones que vienen teniendo los hinchas ya desde la última parte del ciclo de Martín Demichelis, con eliminaciones con Boca en la Copa de la Liga y Temperley en la Copa Argentina, más otras derrotas humillante en el campeonato.
La vuelta de Gallardo no solucionó las cosas. Contra todo pronóstico, incluso, empeoraron. Y River siguió acumulando frustraciones. No cumplió ninguno de los siete objetivos que afrontó hasta ahora en un año y medio. Fue eliminado de las Libertadores 2024 y de este año, en semifinales y cuartos de final, ante Atlético Mineiro y Palmeiras, respectivamente; terminó en el quinto puesto en la Liga Profesional del año pasado; se quedó afuera con Platense en los cuartos de final de los playoffs del Apertura; no pasó la primera fase de grupos del Mundial de Clubes; y se fue en semifinales de la Copa Argentina con Independiente Rivadavia. Para colmo, en los tres mercados de pases que tuvo se invirtieron casi 70 millones de dólares y el equipo nunca encontró funcionamiento ni una identidad.
«La gente tiene razón en manifestar su descontento. Hemos sido un equipo que no identificó a la gente, no estuvimos a la altura de partidos decisivos. Estuvimos en deuda en ese aspecto», reconoció Gallardo, que le ofreció disculpas varias veces a los hinchas este año.
De todos modos, los cuestionamientos hacia el entrenador y su figura crecen. Y habrá qué ver cómo los hinchas reaccionan el domingo en el Monumental. Hasta el momento, hubo ovaciones en todos los encuentros. El “Muñeeeco, Muñeeeco” se escuchó con fuerza cada partido. Es que hay un amor y una sinergia eterna entre los hinchas y Gallardo. Su estatua, ganada por su exitoso primer ciclo, permanecerá por siempre de cara a la avenida Figueroa Alcorta. Los hinchas no lo dejarán solo. Y los candidatos a presidente tampoco, sobre todo si gana el oficialismo, ya que su candidato marcó que quiere que el Muñeco sea “el CEO futbolístico de River”.
Sin embargo, el segundo ciclo de Gallardo entró en un mar de incertidumbre, cuyo barco navega en aguas turbulentas y no se sabe cómo podrá estabilizarlo.
Sebastián Driussi sufrió una distensión en el bíceps femoral izquierdo, el mismo que se había desgarrado el 17 de septiembre en la ida contra Palmeiras. De esta manera, el delantero, que tuvo esa lesión en el primer tiempo del partido del viernes con Independiente Rivadavia por la Copa Argentina, no estará disponible para jugar con Gimnasia el domingo y su presencia en el Superclásico con Boca, el domingo 9 de noviembre, está en duda, más allá de que en el cuerpo técnico todavía no lo descartan.
Es que estiman que tendrá una recuperación de aproximadamente dos semanas, cuando este duelo contra Boca será 16 días después del momento en el que se lesionó.
Para saber si es opción para ese encuentro trascendental, será clave la evolución que muestre el delantero de 29 años en estos días de trabajo junto a los kinesiólogos y preparadores físicos: al tratarse de una recaída (no de la misma lesión, pero sí en la zona en la que ya sufrió dos desgarros este año), eso determinará si el tiempo estipulado para recibir el alta se cumple o si requerirá más días.








