
martes 21 de octubre de 2025
Springsteen: Música de ninguna parte (Springsteen: Deliver Me From Nowhere, 2025) se mueve de forma predecible y convencional, en su intento por retratar un período oscuro en la vida del músico, del cual emergieron sus canciones más personales y emblemáticas.
La historia se sitúa en 1982. Tras el éxito de su álbum doble, Bruce Springsteen está atormentado por los recuerdos de su niñez. En medio de una depresión recurrente, anota letras en una libreta, dando origen al álbum folk Nebraska. Estas baladas, grabadas en un casete de cuatro pistas desde su habitación en Nueva Jersey, poseen un sonido rudimentario, pero a la vez brutalmente sincero y que funcionan como un exorcismo personal.
Si Bob Dylan representa al músico excéntrico, enigmático e incomprendido de los Estados Unidos (una idea explorada en Un completo desconocido), Bruce Springsteen encarna al tipo común: el hombre de pantalones jeans, campera de cuero y camisa a cuadros, siempre reacio a los lujos y tentaciones de la fama. Es precisamente esa imagen de hombre sencillo y con problemas mundanos la que Springsteen: Música de ninguna parte elige exhibir.
La película se sostiene principalmente gracias a las actuaciones, todas de gran nivel, que logran mitigar el melodrama lacrimógeno del relato, basado en el libro de Warren Zanes. El problema reside en que el director y guionista Scott Cooper (Loco corazón) recurre a todos los lugares comunes de la biopic: el artista atormentado que halla la inspiración en la oscuridad, el vínculo conflictivo con su padre (Stephen Graham, de la serie Adolescencia) que contrasta con la contención de su madre (Gaby Hoffmann, del film C’mon C’mon), mostrados en flashbacks en blanco y negro. A esto se suman subtramas como la relación amorosa con Faye (Odessa Young), y su dinámica con el mánager y consejero Jon (Jeremy Strong, del film El Aprendíz) o con su asistente y amigo Mike (Paul Walter Hauser, del film Richard Jewell).
Sin embargo, la acumulación de clichés resulta tediosa por momentos, y solo encuentra un firme equilibrio gracias a Jeremy Allen White. El protagonista de la serie El oso (The Bear) se calza el traje del músico más simple que Estados Unidos conoció, inyectando al papel la dosis justa de melancolía y encanto. Con su mirada triste y su actitud de tipo bonachón, White logra transmitir la vulnerabilidad del poeta. Gracias a su actuación, la película consigue salir a flote, impulsada por el carisma y la humanidad del hombre común que Bruce Springsteen representa.








