
Tiene sentido que la Concha de Oro de este año del Festival de cine de San Sebastián haya ido a parar a una película de temática religiosa, ‘Los domingos’, porque todo apunta a que su directora, Alauda Ruiz de Azúa, hace milagros. Su primer largometraje, ‘Cinco lobitos’ (2023), era una reflexión sobre la maternidad tan solvente que, misteriosamente, muy por encima de sus posibilidades, se convirtió en fenómeno además de obtener premios como tres Goyas y la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga. Gracias a ‘Querer’ (2024), no se sabe muy bien cómo, la cineasta bilbaína logró que convertir una miniserie de tan solo cuatro episodios en una reflexión extraordinariamente lacerante sobre el abuso sexual y la asfixia causada por la familia pareciera algo fácil. Y esta noche ha ganado el galardón más importante de su carrera gracias a la que sin duda es su ficción más discutible hasta la fecha, aunque solo sea porque su segunda película, una comedia romántica terrible titulada ‘Eres tú’ (2023), ha sido unánimemente olvidada. Eso también es un milagro.
A partir de la historia de una familia que debe lidiar con la noticia de que su hija de 17 años quiere hacerse monja de clausura, y sirviéndose de una puesta en escena de lo más convencional, ‘Los domingos’ trata de reflexionar sobre la presión que el proselitismo religioso ejerce sobre la vulnerable psicología infantil, la anomalía que supone la subvención a los colegios religiosos por parte de un Estado declaradamente laico y aconfesional y el estigma que el agnosticismo impone sobre quienes profesan la fe católica. En otras palabras, sus intenciones son buenas, pero también lo son las que empedran el infierno. Se trata de una película tan temerosa de reflejar la ideología de su creadora -Ruiz de Azúa se ha cansado de declararse no creyente-, y tan aversa a asumir el riesgo de ofender al catolicismo, que acaba resultando idónea para reclutar vocaciones en colegios de curas y parroquias.
En cualquier caso, la 73ª edición del Festival de San Sebastián será recordada menos por su Concha de Oro que por el apoyo a la causa palestina mostrado tanto por el propio certamen como por la inmensa mayoría de sus asistentes durante estos últimos nueve días -y especialmente a lo largo de la gala de esta noche-, y eso es algo que probablemente habría sido así incluso si la gran triunfadora de la noche hubiera sido la película que más merecía serlo, y que ha tenido que conformarse con el Premio Especial del Jurado: ‘Historias del Buen Valle’, del maestro José Luis Guerín, una inmersión en el barrio barcelonés de Vallbona absolutamente hipnótica, y tan rebosante de cariño por sus habitantes como de indignación soterrada por las circunstancias que marcan sus vidas.
Su elección como la ganadora del segundo galardón en importancia habría bastado para considerar este palmarés como una celebración del cine español pero, además, el ganador del premio a la Mejor Interpretación Protagonista -’ex aequo’ con la china Zhao Xiaohong, protagonista de ‘Her Heart Beats Its Cage’- ha sido el vasco José Ramón Soroiz, protagonista del drama LGBTI ‘Maspalomas’, de Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi. Es decir: este año han competido aquí cuatro películas españolas, y tres de ellas han obtenido premios importantes. Asimismo, la ganadora de la Concha de Oro de 2024 también fue una película española, ‘Tardes de soledad’, y también la ganadora de la Concha de 2023, ‘O Corno’. Desde hace tiempo, pues, a este festival se le está poniendo cara de Festival de Málaga.
Falta de cine internacional de calidad
La evidente españolización del certamen donostiarra -manifestada también en la cantidad de películas y series que últimamente no solo encuentran acomodo en su programación sino que también acaban ocupando en ella espacios de privilegio cara a la atención mediática- deja claras las crecientes dificultades que sus programadores han encontrado a la hora de encontrar cine internacional de calidad que no haya sido presentado ya en otros festivales, causadas no tanto por sus métodos de búsqueda como por dinámicas en el funcionamiento de la industria que escapan a su control. Así se explica el bajo promedio de calidad acreditado por el cine extranjero presentado a concurso este año y, por consiguiente, que los miembros del jurado presidido por J.A. Bayona se hayan visto inclinados a tomar la chocante decisión de otorgar los premios a la Mejor Dirección y al Mejor Guion a una película tan anodina como la belga ‘Seis días en primavera’, una de las peores del director Joachim Lafosse. Si además se tienen en cuenta las acusaciones de maltrato de las que Lafosse fue objeto el año pasado de parte de más de una decena de sus colaboradoras, queda claro que se podrían haber esforzado por encontrar otro destinatario para al menos uno de esos dos galardones.
En cambio, por último, Bayona y el resto de jueces han hecho alarde de buen ojo al conceder el premio a la Mejor Interpretación de Reparto a la actriz Camila Plaate por su interpretación de una mujer injustamente encarcelada en ‘Belén’, recreación de un caso de vergonzosa injusticia penal ocurrido en Argentina que resultó fundamental en la posterior legalización del aborto en el país. La película es extremadamente formularia y predecible pero, considerando la impudicia con la ningunea a la víctima de aquel caso mientras loa la heroicidad de su abogada, el galardón funciona como una forma simbólica de hacerle justicia.