Ana Calvo


Ana Calvo


A la hora de elegir qué plantar en nuestro jardín, más allá de flores ornamentales, hierbas aromáticas con poder anti-insectos o árboles frutales, sin duda las plantas trepadoras serán grandes protagonistas en nuestro proyecto de paisajismo. No solo son bonitas, también son perfectas para la ocultación de vallas, muros y pérgolas, dotando de mayor privacidad a nuestro hogar.

Es cierto que la más famosa y deseada es la buganvilla. También la clematis y el rosal banskiae. Y nuestra protagonista de hoy, la passiflora, una planta trepadora preciosa que, a pesar de lo que pueda parecer por sus llamativas y exóticas flores, es muy sencilla de cuidar, crece rápido y puede llegar a florecer casi todo el año.

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La curiosa historia de la flor de la Pasión

El origen de la pasiflora se sitúa en las zonas tropicales de Brasil, Perú, Colombia y Ecuador, donde hace siglos fue descubierta por exploradores y botánicos europeos que, enamorados de su belleza y espectacular floración, la exportaron al Nuevo Mundo. Su capacidad de adaptación a diferentes climas ha hecho que tanto en Europa como en Norteamérica se haya convertido en una variedad tan apreciada como habitual en los jardines más bonitos.


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Con más de 400 especies, similares en su forma, sus cuidados y su floración, a la passiflora también se la conoce como pasionaria o flor de la pasión. Pero no de esa pasión en la que tú estás contando, sino la que se escribe con mayúscula y tiene raíces religiosas, la Pasión de Cristo, con la que el jesuita Manuel de Villegas estableció, a principios del siglo XVII, una curiosa relación simbólica. Así, los diez pétalos que protegen la flor de la passiflora representan a los diez apóstoles que se encuentran en la crucifixión; los filamentos de los que dispone, la corona de espinas; los cinco estambres, las cinco llagas que le infligieron y los tres pistilos son los clavos de la cruz.

Pero más allá de su fascinante historia o sus beneficios saludables (dicen que, en infusión, tiene propiedades calmantes y antiestrés y favorece el buen descanso), la passiflora, pasionaria o flor de la Pasión es una opción perfecta para llenar de color tu jardín con las flores más bonitas y originales por lo poco exigente que es en cuanto a cuidados se refiere.

Cuidados fáciles de la passiflora para que tenga flores más bonitas todo el año

Como siempre, la ubicación será lo primero que debemos tener en cuenta. Como decíamos, la passiflora es perfecta para usar en vallas y ocultaciones, así como en pérgolas. Eso sí, siempre debemos plantarla en lugares protegidos del viento fuerte, ya que sus tallos y flores pueden dañarse con facilidad. Además, prefiere suelos fértiles y bien drenados, enriquecidos con compost o materia orgánica al inicio de la temporada. Si estás en una zona fría, los expertos recomiendan cultivarla en macetas grandes para poder resguardarla en interiores durante heladas intensas. Porque sí, la pasionaria también se puede tener en terrazas e, incluso, en el interior de tu casa.

La necesidad de luz será clave para que nuestra flor de la Pasión se muestre en todo su esplendor, ya que prefiere luz abundante para florecer con intensidad. Lo ideal es ubicarla en un lugar con sol directo durante al menos 4-6 horas al día, aunque en climas muy cálidos agradecerá algo de sombra por la tarde para evitar que el sol extremo dañe las flores. Si la cultivas en interiores o balcones cubiertos, colócala cerca de una ventana orientada al sur o al oeste para garantizar la luminosidad que necesita.


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El riego debe ser regular, manteniendo la tierra ligeramente húmeda, pero nunca encharcada. En primavera y verano, cuando la planta está en pleno crecimiento y floración, se recomienda regar dos o tres veces por semana, adaptando la frecuencia a la temperatura y humedad ambiental, En invierno podremos espaciar los riegos tomando como pauta que la capa superficial del sustrato se seque antes de volver a hidratarla.

Por último, para prolongar la floración y realzar el color, conviene abonarla cada dos semanas en época de crecimiento con fertilizantes ricos en potasio y fósforo que favorecen la formación de capullos, retirar las flores marchitas siempre que las veas y podar ligeramente después del verano para mantener su forma y vitalidad. Por último, un riego constante pero sin exceso ayuda a intensificar los tonos de sus pétalos.

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