
La participación de Lucero Hogaza en una historia de ciencia ficción generó expectativa por tratarse de un registro distinto al que tiene acostumbrado a su público, mayormente vinculado a telenovelas y proyectos musicales. Su paso por el cine es acotado, con títulos como Zapata, sueño del héroe (Alfonso Arau, 2004) y el doblaje de Jane en Tarzán (Disney, 1999). En esta ocasión, regresa al cine bajo la dirección de Chava Cartas, reconocido por su trayectoria en comedias ligeras.
Nuestros tiempos (2025) ubica a Nora Cervantes (Lucero), doctora en Física de la UNAM, en plena década del 60. Junto con su esposo y colega, el doctor Héctor Esquivel (Benny Ibarra), trabajan en un proyecto confidencial: una máquina del tiempo que les permite viajar al año 2025, sin salir del campus universitario.
El relato transita un terreno poco habitual en el cine mexicano contemporáneo: el de la ciencia ficción, género que exige una apuesta fuerte en términos de producción para sostener su verosimilitud. La ambientación en las instalaciones de Ciudad Universitaria, que aún conserva su impronta arquitectónica y simbólica, funciona como soporte para esta ficción que mezcla historia académica, viajes temporales y tensiones sociales.
Sin embargo, uno de los desafíos del film reside en sostener la credibilidad de los personajes científicos con intérpretes provenientes del universo del entretenimiento popular. A pesar del esfuerzo actoral, las caracterizaciones no logran desvincularse por completo del imaginario mediático que rodea a Lucero e Ibarra. La dificultad no está tanto en los diálogos, que buscan apoyarse en conceptos científicos, sino en la construcción de un tono que acompañe el verosímil del relato.
La dimensión más interesante de la trama surge a partir del cruce temporal y su impacto en las dinámicas de género. Nora, una mujer pionera en su campo en los años 60, se encuentra con un presente donde los espacios de liderazgo académico han sido tomados por figuras femeninas. Su paso por el 2025 la enfrenta a nuevas formas de organización, representación y poder. Quien encarna este cambio es Julia, una joven estudiante en los 60 (Berenice Jonguitud), que en el futuro es rectora de la UNAM (Ofelia Medina) y la única que reconoce a los viajeros del pasado.
Nuestros tiempos propone una tensión central entre la realización personal y la persistencia de roles tradicionales. Mientras Nora se deslumbra por los cambios sociales, Héctor percibe una pérdida de lugar en un entorno donde el paradigma patriarcal ha sido desplazado. La escena en la que Nora da una conferencia en la UNAM actual sintetiza esa tensión, que luego se traslada al plano íntimo de la pareja.
El guion incorpora guiños culturales que dialogan con el pasado mediático de los protagonistas y con el imaginario popular. Desde la mención al programa Chiquilladas hasta el homenaje a Volver al futuro (1985), las referencias cumplen una función nostálgica, aunque en algunos casos resultan forzadas o anacrónicas. La aparición de un auto DeLorean en las calles de la Ciudad de México, por ejemplo, tensiona la lógica interna del relato. También resulta poco consistente que dos científicos formados en los años 60 se sorprendan con Internet, cuando sus raíces se remontan precisamente a esa época, con el desarrollo de ARPANET.
La película busca combinar entretenimiento con una reflexión sobre los cambios sociales y culturales que marcaron el último medio siglo. En términos de puesta en escena, destaca por su diseño de producción, que reconstruye con precisión tanto la época original como su proyección futura.
Para el público afín a Lucero y Benny Ibarra, la propuesta funciona como una experiencia narrativa accesible, cargada de referencias reconocibles. Para otros espectadores, puede ser vista como un ensayo por integrar el cine de género con debates contemporáneos sobre poder, ciencia y género. Con sus limitaciones y aciertos, Nuestros tiempos se presenta como un nuevo intento por ampliar los horizontes temáticos del cine mexicano.