miércoles 02 de julio de 2025

Los ojos de Van Gogh (2023), la nueva película de José Celestino Campusano, se inscribe en su universo habitual de cuerpos desplazados y paisajes periféricos, aunque introduce un giro temático hacia lo espiritual.

Basada en un guion coescrito junto a Donald Mann, el film —protagonizado por el propio Mann, acompañado por Marcelo Abal, Sol Airaldi, Pablo Viollaz y Joaquín Berthold— narra la historia de Amos Cutter, un hombre convencido de ser la reencarnación del pintor Vincent Van Gogh, mientras su entorno lo percibe como alguien sumido en el delirio.

El origen del proyecto se remonta a la obra Los últimos días de Vincent Van Gogh, escrita y protagonizada por Mann en el circuito off Broadway. Aquella propuesta teatral sirvió de base para una narrativa trasladada al cine, rodada entre San Clemente, Entre Ríos y Ushuaia, que no oculta su carácter experimental. En ese cruce de territorios —físicos y simbólicos—, el espectador se enfrenta a un relato áspero donde lo realista y lo esotérico se entrelazan sin transiciones evidentes.

Lejos de funcionar como una biopic, la figura de Van Gogh opera aquí como un símbolo que permite explorar las tensiones entre la creación artística y la fragilidad mental. Ese recurso habilita a Campusano a regresar a zonas que le son propias —los vínculos desgastados, las emociones contenidas, la violencia latente—, aunque esta vez filtradas por una mirada más introspectiva. El film conserva su rugosidad característica, pero se abre a lo trascendente, sin caer en posturas dogmáticas.

La interpretación de Mann, anclada en una corporeidad vulnerable, sostiene la tensión de una película que esquiva los lugares comunes y elige pensar el arte como una vía posible de redención. No ofrece certezas, apenas pistas. No construye respuestas, apenas deja huellas.