viernes 21 de marzo de 2025

Lucía Seles ha construido, a lo largo de cinco películas, un universo cinematográfico propio donde las convenciones narrativas se desarman y la lógica se vuelve irrelevante. Fire Supply (2024) cierra su Pentalogía del Odio, iniciada con Smog en tu corazón (2022) y seguida por Saturdays Disorders (2022), Weak Rangers (2022) y Terminal Young (2023).

La historia transcurre nuevamente en un club de tenis, donde Marta, la instructora (Laura Nevole), imparte lecciones a tres alumnos. En otro escenario, el «contador» (Pablo Ragoni) deja su profesión para trabajar en una florería.

El dueño del club (Martín Aletta) atraviesa la pérdida de su «perra blanca». Mientras que en San Fernando, el «sanjuanino» (Ignacio Sánchez Mestre), su madre (Susana Pampín) y Luján (Gabriela Ditisheim) recorren tiendas, terminales de ómnibus, hoteles e iglesias en un itinerario que refleja el ritmo de la ciudad.

Seles vuelve a desafiar la narrativa convencional con una estética despojada, una estructura fragmentada y personajes atrapados en dinámicas imprevisibles. No hay un argumento lineal: los protagonistas se cruzan, colisionan y se diluyen en un entramado de caos y emociones contenidas.

El rasgo distintivo de Fire Supply no es solo su ruptura con el lenguaje cinematográfico tradicional, sino la forma en que esa elección se convierte en su mayor fortaleza. El montaje es discontinuo, el tiempo y el espacio se disuelven, la lógica se aparta. Pero dentro de ese aparente desorden hay una visión definida: el cine como una extensión de la vida, donde lo tierno y lo absurdo conviven sin previo aviso.

Seles no concibe un espectador pasivo. Su cine exige una mirada activa, capaz de encontrar sentido en la falta de estructura y belleza en el desconcierto. En Fire Supply, reafirma su estilo y abre la puerta a una pregunta inevitable: ¿qué viene después de romper todas las reglas?