miércoles 05 de febrero de 2025

Un poyo rojo, dirigido por Hermes Gaido y protagonizado por Alfonso Barón y Luciano Rosso, es un espectáculo que ha trascendido fronteras desde su estreno en el circuito off porteño. A lo largo de más de 15 años, la obra ha sido presentada en diversas ciudades del mundo, incluyendo funciones en Italia, España, Francia, Alemania y Uruguay, además de una destacada recepción en festivales internacionales de artes escénicas.

La propuesta nació en un contexto de experimentación dentro del teatro físico, donde la combinación de danza, acrobacia y humor se convirtió en un lenguaje propio. Con una puesta en escena minimalista y un enfoque basado en la gestualidad, la obra fue creciendo en reconocimiento hasta consolidarse como un referente del teatro de movimiento. Su reciente regreso a Buenos Aires, con una serie de funciones en la emblemática calle Corrientes, no solo agotó localidades, sino que también la posicionó entre las obras más vistas de la ciudad, compitiendo con grandes producciones tradicionales del circuito comercial.

El espectáculo desarrolla su acción en un vestuario masculino, un espacio cotidiano que en la puesta se transforma en un escenario simbólico de confrontación, seducción y complicidad. A través del uso del cuerpo, los intérpretes transitan distintos estados emocionales y físicos, desafiando los límites entre el juego y la competencia.

El vestuario, además de funcionar como espacio escénico, aporta elementos narrativos sutiles: el banco, las toallas y la radio en vivo no son meros objetos utilitarios, sino que forman parte del engranaje que permite la evolución de la acción. Los personajes, sin necesidad de texto, construyen una historia en la que la tensión y el deseo sexual emergen de la interacción corporal.

La ausencia de palabras convierte el movimiento en el principal vehículo de comunicación. En Un poyo rojo, los códigos de la danza contemporánea, el teatro físico y la improvisación se entrelazan para generar una dinámica en la que la expresividad de los cuerpos juega un papel fundamental.

A diferencia del teatro convencional, donde la palabra suele estructurar la dramaturgia, aquí el relato se construye a través de secuencias coreográficas que oscilan entre lo lúdico y lo competitivo. La acrobacia y el contacto físico no solo sirven como elementos estéticos, sino que adquieren un significado propio dentro de la dramaturgia del movimiento.

Cada gesto, cada desplazamiento y cada interacción entre los protagonistas generan múltiples capas de interpretación. La relación entre los personajes se despliega a través de la provocación, el enfrentamiento y la atracción, permitiendo que el público proyecte diferentes significados en la escena.

El regreso a la calle Corrientes no solo significó un reencuentro con el público local, sino también una reafirmación de su relevancia dentro de la escena teatral. La obra ha logrado mantenerse en cartel a pesar de las tendencias cambiantes del teatro comercial, demostrando que el riesgo y la experimentación pueden convivir con el éxito masivo. Su vigencia radica en la forma en que logra interpelar al espectador, generando una experiencia teatral que desafía las estructuras convencionales.