Por primera vez en la historia, la National Women Soccer League (NWSL), la liga de fútbol femenino de las campeonas del mundo, tendrá un argentino en el staff técnico de uno de sus clubes. Kansas City, la franquicia en la que Mariana Larroquette romperá con la ausencia que había generado Estefanía Banini cuando dejó el fútbol estadounidense en 2018, contrató a Lucas Rodríguez como analista de video y uno de los técnicos asistentes del galés Huw Williams.

Lucas Rodríguez se crió en la calle Concordia, en el límite entre Floresta y Villa Crespo. Creció jugando a la pelota en las canchas de baby de All Boys y Parque. Pero a los 14 años, cuando Argentina se sumergía en la crisis política, económica y social más dura de su historia, armó una valija, se fue a Estados Unidos con sus padres y su hermano y no volvió más.

Sin hablar inglés, se adaptó a un idioma desconocido y buscó dónde jugar al fútbol en un país que tenía una MLS recién nacida y a la que todavía le faltaban 20 años de desarrollo para convertirse en uno de los mercados más interesantes de estos tiempos.

La pelota lo ayudó a conseguir becas para estudiar y se convirtió en futbolista profesional. A lo largo de su carrera, repartió los 12 meses del año entre la NASL, la segunda división, y Major Indoor Soccer League -la forma en la que el fútbol penetró en ese país-, donde fue campeón en 2014.

Hace unos meses, recibió con sorpresa la convocatoria a la selección estadounidense de futsal que buscará en mayo clasificarse al Mundial de Lituania. Estaba orgulloso de representar al país que le había ofrecido un futuro, en el que conoció a su esposa y en el que nacieron su hijo de 6 años y su hija de 4. Pero a los 35 años prefirió colgar los botines y comenzar su trayectoria del otro lado de la línea de cal.

“Siempre me intrigó el tema de ser técnico. Y futbolísticamente hablando, ya estaba para retirarme cuando me sale esta oportunidad en Kansas City”, reconoce en un porteño que no perdió con el paso de los años desde Portland, donde Kansas City debutó en la Challenge Cup, el torneo que marca el inicio de una temporada regular que comenzará el 15 de mayo.

“Para ser honesto, sigo la Liga hace tiempo porque tengo mucha gente conocida que trabajaba ahí, por ejemplo el actual técnico de la selección femenina (Vlatko Andonovski) fue mi técnico. Y siempre traté de dirigir chicos, hice varias licencias. Por eso, cuando el profe (Huw Williams) me ofreció la oportunidad no lo pensé dos veces, es un nivel muy alto y no le podía decir que no. Me retiré para hacer esto. Aunque justo me tocó retirarme del fútbol cuando me estaban invitando a la selección de futsal de Estados Unidos”, remarca.

-¿Cómo fue ese momento?

-Había ido a una de las convocatorias, me mantuvieron al tanto y me querían porque se están preparando para el Mundial en Lituania. Yo ya estaba involucrado en el grupo. Pero tuve que llamar al profe y decirle que con esto no iba a poder. Me dolió en el alma porque era una oportunidad que quería tener hace mucho tiempo y me gusta mucho el futsal porque lo había jugado en Argentina.

-No parece una decisión fácil

-Yo me pongo a pensar a veces que vine con una valija y de repente estamos hablando de que me invitan a una selección de futsal, increíble. Pero algo que aprendí en los años que tengo acá es mejorar e ir para adelante. Si me tengo que retirar porque esta posición me puede dar más experiencia y una mejor carrera o embarcar en algo nuevo que podría llegar a ser mejor, no lo pienso dos veces. Dejo de jugar al fútbol y no es fácil, pero esto hoy en día es mejor y hay que meterle con esto.

-Kansas City es uno de los nuevos equipos de la NWSL junto a Racing Louisville, pero tiene una tradición en el fútbol femenino. ¿Cuál es la meta?

-La ciudad ya había tenido equipo de mujeres y les había ido muy bien. Jugaron cuatro temporadas, salieron campeonas dos veces seguidas… La presión está ahí. Además de la historia, algunos de los que estuvieron involucrados en ese equipo se mantienen. Entonces, una de las cosas que tenemos en cuenta es que hay que hacer las cosas lo mejor posible porque la gente es muy competitiva. En Estados Unidos, Kansas City es considerada una de las ciudades más futboleras del país. Pero, si bien la presión un poco está y hay que salir a ganar todos los partidos, somos conscientes de que es un equipo nuevo y un proyecto que puede llevar un poco de tiempo.

-Entre las nuevas futbolistas está Mariana Larroquette. ¿Cómo va su adaptación?

-Mariana por ahora es la única latina. Algunas chicas hablan un poquito de español pero básicamente la profesora Natalia (Astrain), que es de España, y yo, que estamos en el cuerpo técnico, la ayudamos un poco con el idioma. Pero ella tiene una personalidad muy divertida, se las rebusca, no es de esconderse y decir “yo no entiendo, no hablo”. Vos si la ves parece que ella entiende. Tiene una personalidad muy agradable, cayó bien en el grupo, la veo bien en términos de mezclarse con el grupo. En el tema de la competición no es fácil, porque la velocidad de juego y el físico en esta liga son claves importantes. Es una lucha constante para acomodarse a ese ritmo.

-Me imagino que como argentinos comparten la costumbre del mate.

-Yo me vine de chico pero tratamos de mantener todas las costumbres y tomamos mate todos los días. Lo que es nuevo para mí es este mate más grande, el arte de “la montañita”, “el pozo”, esas cosas. Le explicaba a Mariana que eso yo nunca lo había hecho. Yo tomaba mates con mi abuela o mis papás en una tacita chiquita, una bombilla, el agua y chau. Pero ahora me está enseñando cómo hacer el mate con el pozo, que la bombilla ahora se puede tocar… estoy aprendiendo eso ahora.

-Te fuiste hace 20 años, te pusiste la camiseta de un seleccionado estadounidense, ¿te sentís todavía argentino?

-Sí, siempre me sentí argentino porque me crié allá hasta los 14 años. Lo que pasa es que cuando me invitan a la selección de futsal para ser honesto, y también cuando me hice ciudadano, tengo que ser agradecido a este país. Porque me dio oportunidades y porque tengo a mis hijos, que son americanos. Si vos venís acá y no te adaptás o te querés aislar de la cultura te va a costar diez veces más. Porque la idea no es aislarse porque sos de otro lado, al contrario: yo soy argentino, la gente sabe y se da cuenta. Pero cuando tengo que representar a Estados Unidos lo hago con orgullo también porque me dio todo.

-¿Imaginaste alguna vez cómo habría sido tu vida si te quedabas en Buenos Aires?

-Hemos tenido la conversación con mi papá, pero hay tantos chicos que juegan bien a la pelota en la Argentina, yo no te podría decir que si me quedaba me pasaba esto. Después de todos estos años no me quejo porque yo hoy en día, de grande, pienso en el esfuerzo que tuvieron que hacer para irse a otro país con una valija. No lo hace cualquiera. Mucha gente no puede. En ese sentido, mis papás son héroes, yo no sé si yo podría hacer una cosa así. Sí se extrañan los amigos, el fútbol, un montón de cosas, pero no me puedo quejar.

-¿Por qué nunca volviste?

-Por varios años no pudimos salir. Cuando tuvimos la residencia sí pero no tenía plata para volver. Y cuando tuve porque jugaba al fútbol, ya no podía volver porque no tenía tiempo. Y después me cayeron los nenes, ¿ahora cómo hago? Lo que era un boleto, ahora son cuatro, porque mi esposa conoció Argentina en un programa Exchange Student en la universidad, le encantó y quiere volver. Pero las ganas de ir y volver están porque tengo muchos primos y tíos están. La verdad, es difícil, viste, de explicar porque parecería que uno no quiere ir o no hace el esfuerzo. Mis papás fueron dos o tres veces. volvieron, lamentablemente, cuando mis abuelos no estaban bien o fallecieron. Un día me tocará volver a mí. Una de las cosas con las que sueño a veces es volver a la calle Concordia, donde crecí. Decir que yo jugaba al fútbol en esa calle, que iba al kiosco acá, a la escuela ahí. Y ni hablar de la comida. Ya me va a tocar.

Crecer en la ciudad “más futbolera” de Estados Unidos

Lucas Rodríguez tenía 14 años cuando se instaló con su familia en Kansas. Había dejado el Instituto Santa Rita en Buenos Aires y debía continuar el secundario en Estados Unidos. “Nos costó. ¡No sabíamos inglés!”, confiesa.

“Gracias a Dios las escuelas tienen un programa para los chicos internacionales que no hablan bien la lengua. Vas todos los días a la escuela como los otros chicos pero si son ocho horas, seis estás en la clase de inglés y dos vas a la de gimnasia con los demás, por ejemplo. Cuanto más aprendés, más te van soltando a las otras clases hasta que te largan y hacés las clases normales”, explica.

Acostumbrado a la vida de club y a entrenar cinco o seis veces por semana, Lucas se encontró con una realidad diferente: no había potencias en eso que allí llamaban soccer. “Mi papá buscó, buscó y buscó. Y, te soy sincero, en ese momento como no estaba desarrollado el fútbol yo sentía que estaba un pie más adelante que los demás porque venía de entrenar en Boca y no había ese nivel acá en Kansas City. Eso me fue ayudando a competir regionalmente, te llevan en avión, te hacen jugar en contra de una selección sub 16, en el secundario podés jugar al fútbol y representar a tu escuela”, recuerda sobre los inicios.

“Por jugar al fútbol, acá te mandan las famosas becas. Me mandaban de todos lados. Pero terminé yendo a una escuela medio inferior de Kansas y me quedé viviendo con mis papás hasta que me gradué. Fui a la escuela a jugar, suena medio feo, pero eso pasa mucho acá. Podría haber sido doctor pero en ese momento me enfoqué en el fútbol -se lamenta-. Y después me fui a jugar a la NASL, que era como la segunda división de acá. Jugué en Minnesota, justamente el club que hoy está en la MLS. Y cuando terminaba la temporada de cancha grande pasaba a la de indoor, que había un equipo en Kansas. Todo profesional. A algunos les pagan más que a otros pero sí, eran ligas profesionales: Minnesota United, Portland Timbers, Montreal Impact, todos estaban en esa liga”.

-¿Cuán diferente era a la MLS poderosa de ahora?

-Era muy distinto porque ahora los equipos de la MLS tienen academia, se entrenan todos los días en lugares con estructuras de equipos profesionales. Es incomparable a cuando yo recién llegaba. Es más, cuando estaba en el secundario un tiempo me invitaron a entrenar con la Primera, algo que pasaba si tenías un buen nivel porque el club no tenía inferiores. Ahora los chicos que la rompen juegan en el sub 14 o sub 15 del club.

-Y en cuanto al fútbol femenino, ¿por qué creés que creció tanto o más que el masculino allá?

-Una de las grandes diferencias que tuvo Estados Unidos con respecto al resto es que a las chicas les interesaba el mismo deporte y a la misma edad que a los varones. Acá empiezan a jugar a los 4 años. ¿Y qué pasa? Se empieza a detectar el talento. Cuando estás en el secundario jugás enfrente de 3 mil o 5 mil personas y cuando van a la universidad tienen más gente. Antes de ser profesionales ya jugaron con diez mil personas en una cancha, ya viajaron, ya estuvieron en un lugar con una infraestructura que tiene todo. Está estructurado de una manera en la que ya son profesionales antes de serlo.