Si has decidido sumarte a la fiebre del yoga, pero las asanas te suenan a sánscrito, deberías aclarar dudas para elegir con conocimiento de causa. Porque no es lo mismo sentarte en el mat para hacer meditación que para fortalecer los músculos. Eso sí, todas las modalidades tienen ventajas.

Amalia Panea, una de las yoguis más reconocidas y muy activa en Instagram (@amaliapanea), lo explica así: “No importa si eliges una variedad atlética o terapéutica, lo fundamental es que te sientas cómoda en la clase y conectes con el profesor para que te inspire. Las personas que empiezan con esta disciplina verán resultados realizando solo dos clases por semana, porque desde que pisas la esterilla empiezas a sentir calma y conectar contigo misma”.

Además, con la práctica constante, se multiplican los beneficios, según Panea: “El yoga es un sistema de acondicionamiento físico y gestión emocional, porque fortalece y flexibiliza el cuerpo, mejora la postura, previene patologías de espalda, aumenta el nivel de energía, sosiega nuestro sistema nervioso, disminuye el estrés y ayuda a recuperar el equilibrio interno”.

José Manuel Vázquez Díez, director de la Escuela de Formación Yoga Orgánico y autor de Manual de yoga integral para occidentales (Alianza Editorial), que defiende un yoga adaptativo, específicamente diseñado para cada persona, nos ayuda a distinguir entre los estilos más habituales.

Hatha. Es la base de todo, pues trabaja con el movimiento y la respiración. Haces una asana y te paras, observas. No se trabaja con música o, en todo caso, el sonido es muy neutro. Introducirse aquí es conocer los fundamentos del yoga.

Si quieres estirar, prueba con estas posturas (tienes que mantenerlas durante 30 segundos).
Si quieres estirar, prueba con estas posturas (tienes que mantenerlas durante 30 segundos).

Vinyasa. La palabra, que significa enlace, lo dice todo. Se practican cuatro o cinco posturas coordinadas y es una modalidad mucho más dinámica. Perfecta para quienes tienen sentido del ritmo, pues funciona como una coreografía.

Ashtanga. Es una práctica vigorosa, que se hace sin música y consiste en repetir secuencias en tres niveles: básico, medio y superior, avanzando progresivamente, aunque muy pocos alcanzan el último paso por su dificultad. Es meditación en movimiento.

Iyengar. Se trata de una adaptación del modelo clásico, pero es mucho más exigente y está orientada a la rehabilitación, pues hace hincapié en el alineamiento del cuerpo. En ella están muy presentes elementos como bloques, cintas, cinturón…

Power. Variedad muy aeróbica. Son enlaces de asanas que trabajan mucho la tonificación e, incluso, rozan un poco los entrenamientos marciales. Es de una gran exigencia física.

Bikram. Se realiza en una sala a 40 ºC y con una humedad del 40%. Tiene un número fijo de figuras cerradas (26, normalmente), que con su práctica en calor logran mayor estiramiento de la musculatura.

Aeroyoga. Requiere de cintas aéreas y es fundamentalmente acrobático. Busca fluir con posturas encadenadas y hay que tener mucho cuidado con las articulaciones, ya que faltan los ejes del enraizamiento.

Ying. Es un yoga suave, con una orientación terapéutica, ideal para un cuerpo acostumbrado a estar sentado siete horas delante del ordenador. Te muestra cuáles son tus capacidades y te enseña a regular tu nivel de estrés y estado anímico.

Cuidado con los tropiezos

Antes de lanzarte a la aventura, Amalia Panea hace algunas recomendaciones para la primera clase: “Es importante que la práctica se haga en ayunas o sin haber comido en la hora y media previa, dado que se realizan posturas invertidas. También es importante ir descalzo, pues el agarre es mayor, se produce un agradable masaje en el pie y aumentan las sensaciones de control del equilibrio.

Asimismo, resulta fundamental hacer los ejercicios en una esterilla específica de yoga, ya que son más largas y antideslizantes. Además, hay que elegir ropa cómoda, pero pegada al cuerpo, para que no te enredes y se vea bien la postura. Y disponer de una mantita, que te servirá para sentarte al principio en posición de meditación, asistirte en algunas figuras y taparte al final en Savasana, una relajación que no hay que saltarse nunca

¡Respira!

“Esto no es una cuestión de contorsionismo y de emular posturas increíbles que hemos visto en internet –apunta José Manuel Vázquez Díez–, sino una disciplina que tiene como hilo conductor el Pranayama; es decir, las técnicas de respiración, que son el hilo conductor de cualquier práctica de yoga. Solo eso calma el sistema nervioso y relaja el cuerpo, porque aumenta la oxigenación del organismo”.

Amalia Panea considera que “por eso los beneficios del yoga son inmediatos. A través de la respiración, se conecta cuerpo y mente Se debe respirar de manera consciente y por la nariz, que es lo natural. Solo parar y escucharte la respiración lo calma todo”. Eso sí, los dos expertos recomiendan que, antes de lanzarte, sigas algunas clases presenciales para evitar lesiones y aprender cómo hacer las posturas, que solo son una parte mínima de esta disciplina… aunque la más conocida.

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