Si los hechos fueron como se cuentan, Messi no tiene razones para abandonar Barcelona. Es más, si todo ocurrió como dicen que ocurrió, ciertas cosas que pasaron en la Selección Argentina en los últimos años se resignifican.

Claro que la salida de Messi genera un impacto tan colosal que resulta difícil poner la lupa en estos detalles incómodos. Su magnetismo de estrella universal y su condición de mejor futbolista del mundo impiden casi cualquier análisis matizado. Pero vale intentarlo.

Si las cosas fueron como trascienden, y entendiendo que por ahora sólo se conocen filtraciones periodísticas, hubo una frase del nuevo entrenador del Barcelona, Ronald Koeman, que no le gustó a Messi y lo convenció de cambiar de camiseta. “Se terminaron los privilegios en el plantel”, le habría dicho el neerlandés. “Hay que hacer todo para el equipo”, habría agregado. ¿Dónde estaría lo grave de dichas frases? ¿Cuáles serían la razones para el portazo del futbolista?

La reconstrucción escénica de ese primer encuentro habla mejor de Koeman que de Messi. Uno intenta hacer su trabajo y lo plantea de manera frontal. El otro parece no estar dispuesto a renunciar a posibles privilegios.

Se insiste, si ocurrió como se cuenta, y Koeman machacó la idea de “ahora la prioridad es el equipo”, Messi debió ser el más entusiasmado. Debió abrazar de inmediato la idea y ponerse a las órdenes del entrenador. Lejos de ser un motivo para dejar el Barcelona, debió serlo para asegurar su continuidad. Por muchos motivos, pero por uno principal: el jugador necesita volver a ganar cosas importantes y la manera de lograrlo es con un equipo. Justo lo que su entrenador venía a proponerle. 

Se entiende poco, entonces, el desenlace, salvo que Messi se sienta más a gusto al jugar con su amigo el uruguayo Luis Suárez, y crea que para ganar alcanza con él y una suma de figuras que lo acompañen. No es raro que así lo piense, se lo viene diciendo el mundo entero desde hace tiempo.

Así planteadas las cosas, para el futuro entrenador de Messi debe ser tan tentadora la idea de contar con su inigualable talento, como inquietante la posibilidad de sumar a un futbolista que pretende negociar las decisiones. 

Si lo que busca Messi es un club con posibilidades de triunfos importantes que le otorguen brillo al final de su carrera, su deseo es legítimo. Pero deberá aceptar que eso excluya a los compañeros que él prefiere. Si, en cambio, lo que busca es un equipo donde juegue con los que él quiera, tendrá que saber que el riesgo es grande. La Selección Argentina es el mejor testimonio de esa realidad. A propósito, vale recordar y repensar ahora mucho de lo que se habló en los días del Mundial de Rusia, las penurias de Sampaoli y el espinoso camino allí recorrido. Y también las razones por las que el Cholo Simeone se negó a asumir en la Selección Argentina. Ese sencillo “no es el momento”  expresado por el técnico hoy se resignifica. Tal vez había algo que Simeone sabía. Que su primera frase sería igual a la de Koeman. Y lo que vendría después.