
Basada en las novelas Tuya y El tiempo de las moscas de Claudia Piñeiro, la serie propone seguir a Inés y La Manca, dos mujeres que, tras haber pasado por la cárcel, buscan sostener una vida lejos del delito fumigando casas. El problema aparece cuando aceptan un encargo que promete ser sencillo y termina funcionando como detonante narrativo.
A partir de esa decisión, ambas perciben que algo no cierra. La historia se desplaza entonces hacia un policial de supervivencia, donde las protagonistas deben leer las señales, desconfiar de todos y convertirse en investigadoras de su propia trampa. No hay épica ni glamour: hay torpeza, intuición y una alianza construida desde la necesidad.
La serie, dirigida por Ana Katz y Benjamín Naishtat, y escrita junto a Gabriela Larralde, Nicolás Diodovich y Leandro Custo, se apoya en una estructura de seis episodios que apuesta al cruce de géneros.
El problema no está en la premisa sino en el recorrido. El relato avanza con ideas claras, escenas con información y diálogos que buscan correrse del lugar común, pero el tono nunca termina de fijarse. El policial aparece y se diluye; la comedia asoma como recurso, pero no siempre encuentra un ritmo sostenido. Esa oscilación, lejos de potenciar la propuesta, termina restándole fuerza al impacto narrativo.
En ese vaivén, las actuaciones funcionan como anclaje. Carla Peterson compone a Inés desde un registro contenido, mientras Nancy Dupláa construye a La Manca con un pulso más frontal. El vínculo entre ambas sostiene la serie incluso cuando el guion se dispersa.
El elenco se amplía con Valeria Lois, Diego Velázquez, Jimena Anganuzzi, Carlos Belloso, Lola Berthet, Julieta Laso, Diego Cremonesi, Susana Varela, Rudy Chernicoff, María Marull, Diego Gentile, María Rosa Fugazot y Osqui Guzmán, entre otros, en una coralidad que suma capas al relato, aunque no siempre logra integrarse de manera orgánica al conflicto central.
Desde lo visual, El tiempo de las moscas apuesta a una puesta funcional, sin subrayados. Los encuadres acompañan la acción y el clima, pero rara vez construyen una lectura propia del mundo narrado. La cámara observa más de lo que interpreta. Esa elección dialoga con el tono general: una serie que prefiere sugerir antes que afirmar, aun cuando esa moderación le juega en contra.
El resultado final deja una sensación ambigua. Seduce por momentos desde el humor negro y desde el trabajo actoral, pero no termina de encontrar una voz narrativa que unifique sus elementos.
El tiempo de las moscas propone mirar a dos mujeres que cargan con su pasado y desconfían del futuro. El problema no es la falta de conflicto, sino la dificultad para darle un cauce preciso a esa tensión.








