Este es un viaje pinariego, lo decimos desde ya porque eso lo hace más apetecible aún. Nuestro destino es la comarca de Pinares, en la provincia de Soria, y dentro de esta, la pintoresca Vinuesa, que es bonita a rabiar. Un pueblo de esos que los turistas no conocen. Más allá de su riqueza forestal y de estar al pie de los Picos de Urbión y de la Sierra de Cebollera, es una joya de las de antes. Además, con ese encanto soriano que es casi charme francés y a 1.107 metros sobre el nivel del mar, lo que la hace propensa a la nieve y las nevadas. No tanto como esta ciudad de Huesca al pie de los Pirineos, pero bastante.
Recordemos también que es una señora villa, que está a orillas de un Duero que se recuesta en el pantano de la Cuerda del Pozo, que dista solo 35 km de la capital, rozando La Rioja, y que, en efecto, es uno de los pueblos más bonitos de España. No hay más que verlo. Se nota a la legua que en tiempos fue lugar de retiro de nobles y reyes, por lo que es pródiga también en arquitectura noble, no solo popular. De hecho, se la conoce como la Corte de los Pinares.
Para colmo, tiene en sus contornos la Laguna Negra, una laguna glaciar abrazada por impresionantes paredes que ya era enigmática de por sí, a causa de sus oscuras aguas sin fondo y su mitología, pero todavía más cuando Antonio Machado la convirtió en escenario de su romance La tierra de Alvargonzález. De él dijo el poeta: «Mis romances no emanan de las heroicas gestas, sino del pueblo que las compuso y de la tierra donde se contaron. Mis romances miran lo elemental humano, el Campo de Castilla».
El Portalejo es uno de los rincones emblemáticos de esta villa soriana.
TURISMO VINUESA
No esperábamos menos de una de las manchas boscosas más extensas del país. Soria siempre impresiona porque parece no haber sido tocada por mano de hombre. En Vinuesa, que es la Visontium prerromana, poblada por los celtíberos pelendones, hay que recorrer la empedrada calle Luenga, que nos lleva desde la Plaza Mayor por el casco antiguo, subiendo subiendo entre casonas y palacios. Muchos de ellos construidos con las ganancias del comercio de la lana, que se pagaba a precio de oro, al parecer, y las fortunas traídas por todos aquellos, que fueron muchos, que hicieron las Américas.
Casonas y palacios entre pinares
De aquel ilustre pasado habla a gritos la Casa de los Leones, que presume de cuernos de la abundancia y angelote; el Palacio de Don Pedro de Neyla, un visontino que fue arzobispo de Palermo; la Casa de los Ramos, con espléndida balconada corrida de madera, o el Rancho, una casona que conserva el portal con arco de medio punto donde tradicionalmente se guardaba el carro. Todo este camino serpenteante hay que hacerlo sin prisa, como si el tiempo se hubiera detenido en unos dalinianos relojes blandos.
También encontramos en Vinuesa casonas como esta de la Plaza de la Soledad.
TURISMO VINUESA
Cerca muy cerca, se alza desafiante por su sobria belleza el Palacio de los Marqueses de Vilueña, que aquí es simplemente el Palacio, siglo XVII igualmente y mucha solera. Este aire pinariego está por todas partes y, por supuesto, en la Plaza Mayor, recinto alargado flanqueado por el ayuntamiento, la Iglesia de Nuestra Señora del Pino (XVI), de estilo gótico-renacentista, y el seminario, con mucha historia detrás. No es la única plaza, porque también está la Plazuela, de nuevo ejemplo magnífico de lo que es esta villa señorial. En ella destaca el Palacio de los Hedilla y la Casa de los Muñoz, y el rollo que se alza en el centro, que no pica, testigo de la concesión del título de villa por parte de Carlos III.
Un mirador hacia el valle y el pantano
Otro de los lugares clave es El Portalejo, que sirve de unión entre las partes alta y baja, así que se le presupone largos escalones, que nos llevarán también al mirador de la calle Camarilla, un balcón hacia el valle del Revinuesa y el embalse. Sin olvidar el lavadero (1872), igualmente muy popular, con entramado de madera y tejado a dos aguas, que toma las ídem del río Remonicio y fue regalo de un grupo de emigrados, que dejaron la leyenda: «A sus paisanas (las lavanderas), los hijos de Vinuesa, residentes en Veracruz».
La legendaria y machadiana Laguna Negra.
Turismo Vinuesa
¿Mas encantos visontinos? La Ermita de la Soledad, que definen como el templo de los humildes, gótica de 1560 y donde los ganaderos, la mayoría trashumantes, y otros trabajadores relacionados con el oficio acudían a oír misa, frente a la Iglesia de la Virgen del Pino, que era la de las gentes adineradas. Se levanta en la parte baja del pueblo, como centro de una pequeña plaza con el mismo nombre, y se ve coronada por un nido de cigüeñas a las que les gustó su espadaña, hoy sin campanas.
Entre pinos centenarios, que tanto abundan por aquí, se halla otra ermita, la de San Mateo, que destaca por su sencillez y su tejado a cuatro aguas. En un paisaje de inigualable belleza y como escenario cada 21 de septiembre de una romería. Por sus alrededores discurría la calzada romana, vía secundaria de la Asturica-Caesar Augusta, que aún puede verse. Sin embargo, el puente de aquella época, como tantos recuerdos (y olvidos), está sepultado bajo las aguas del pantano.












