
martes 02 de diciembre de 2025
La serie Weiss & Morales (2025) se inscribe en la tradición del soft crime, donde el misterio funciona como punto de partida y la tensión se desplaza hacia el encuentro —y desencuentro— entre dos culturas. Una agente de la BKA alemana y un sargento de la Guardia Civil española investigan el asesinato de un ciudadano alemán en Gran Canaria, un escenario que habilita cruces de idioma, métodos y miradas sobre un mismo delito.
El entorno canario aparece como marco natural de la investigación y de una comunidad atravesada por convivencias diversas entre residentes locales y migrantes europeos. Ese universo ofrece un terreno fértil para explorar tensiones contemporáneas, aunque la serie no termina de incorporarlas a su dramaturgia. El resultado es un relato que, más allá del potencial de su premisa, avanza con un pulso débil y decisiones formales que restan dinamismo.
La dupla compuesta por Miguel Ángel Silvestre y Katia Fellin intenta construir su vínculo desde el contraste. Él se mueve con un registro más distendido; ella, desde la rigidez profesional. La fricción entre ambos podría haber sido el motor del relato, pero la puesta la diluye en diálogos que se estiran, silencios que no generan tensión y escenas que demoran en arrancar.
El reparto secundario —Margarita Broich, Mariam Hernández, Thomas Heinze, Juanjo Puigcorbé— amplía la variedad de voces, aunque las tramas que los involucran se concentran en la comunidad alemana residente en las islas. Esa elección limita la mirada sobre el territorio y deja fuera otras capas de la vida canaria que podrían haber enriquecido la serie.
Bajo la dirección de Oriol Ferrer y Lucía Estévez, la puesta recurre a planos cerrados y un ritmo pausado. Sin variaciones que articulen tensión o sorpresa, las escenas se suceden con una cadencia uniforme, como si los personajes aguardaran su turno para hablar antes que mover la acción.
Con esta combinación, Weiss & Morales no logra diferenciarse dentro del panorama europeo del género. La apuesta por un crimen de baja intensidad y un contraste cultural como eje central se ve opacada por una narrativa que avanza sin riesgo, sin curva dramática y sin un impulso que sostenga la temporada. Lo que empieza como una historia con promesa termina en un trayecto que nunca termina de despegar.








