Jaca es la escapada invernal por excelencia. A los pies del Pirineo aragonés, luego entre montañas en Huesca, con una animación fuera de lo común y un patrimonio cultural extraordinario. Se nota que fue la primera capital del Reino de Aragón y que es, llevándolo a nuestro terreno, la capital de la nieve, que para eso tiene a su lado los ya legendarios Astún, que le pertenece, y Candanchú, en Aísa. Además de la capital de la Jacetania, geografía obliga.
Aquí se puede venir a esquiar, por supuesto, pero también a patinar sobre hielo, a hacer senderismo, a visitar monumentos tan impresionantes como la catedral, la ciudadela o el monasterio de San Juan de la Peña, sobre todo el viejo, o simplemente a mirar y admirar los alrededores. Ya llegará el verano y, con él, el Festival Folclórico de los Pirineos. La hace aún más mítica el hecho de estar atravesada por el Camino de Santiago, aunque ya fue la Iacca romana. Tirar del hilo histórico es devanar una madeja sin fin.
Sí diremos que a principios del siglo XX ocurrieron dos hechos definitivos: en 1908 se quedó sin la «opresora» muralla medieval, lo que le permitió expandirse urbanísticamente, y en 1928 llegó el ferrocarril al vecino Canfranc, un bellísimo ejemplo de la arquitectura industrial de la época, que inauguró con todos los honores Alfonso XIII. El modernismo se deja ver en la Casa Borau, del arquitecto barcelonés Manuel Cases Lamolla, y en el casino, que presenta fachada neorrenacentista. Con todo, Jaca conserva su trazado y encanto antiguo.
Ya Alfonso X el Sabio se refirió a la jacetana fiesta de la victoria; Cervantes la citó en el Quijote a propósito de sus grandes montañas, y Unamuno se deshizo en elogios con la Peña de Oroel (1.770 m), desde donde se disfrutan las mejores vistas sobre el valle del Aragón, el río. Y lo mismo pasa desde el Fuerte del Rapitán (XIX), que se alza a 1.142 metros sobre el nivel del mar, con magnífica panorámica igualmente. Nos sumamos, desde luego, a las reseñadas alabanzas.
La catedral de Jaca es una joya del primer románico.
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Para empezar, porque su catedral no es gótica, como la mayoría, sino románica, del primer románico español. Nació ligada al reino de Aragón y a la ruta jacobea en 1077 por deseo del rey Sancho Ramírez. Con pórtico de aire primitivo y abovedado, luce crismón trinitario -monograma que surgió en Aragón en esa época y que cruza las dos iniciales en griego de Cristo con la del Espíritu Santo- en su portada principal y ajedrezado jaqués. Además, su Museo Diocesano de Arte Románico atesora una de las mejores colecciones de pintura medieval del mundo.
Qué ver en Jaca además de la catedral
A esta gloria catedralicia, que nos lleva a los cielos artísticos, hay que sumar la de su ciudadela, o castillo de San Pedro, que alberga el Museo de Miniaturas Militares en uno de sus cuarteles. Esta fortaleza pentagonal, la única de su tipo que se conserva completa en Europa, fue mandada construir en 1592 por Felipe II en los campos del Burgo Nuevo, barrio extramuros de la ciudad, con diseño del italiano Tiburcio Spannocchi, que fue ingeniero mayor de los Reinos de España. Esto hizo de Jaca una relevante plaza militar para defender los reinos peninsulares de una posible invasión francesa.
De la misma época es la casa consistorial (1544), construida a la manera de los palacios platerescos aragoneses. Guarda en sus dependencias el Libro de la Cadena (XIII), que contiene los privilegios otorgados a la ciudad en 101 hojas de pergamino. Otro tesoro.
La ciudadela de Jaca tiene forma pentagonal y es única en Europa.
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En cuanto a las iglesias, hay que destacar la del Carmen (XVI), la única construcción que queda del antiguo convento de los carmelitas descalzos; la de Santiago, conocida también como de Santo Domingo, puesto que fue templo del convento de los dominicos, aunque es del siglo X, y el Real Monasterio de las Benedictinas, o más familiarmente las Benitas (1555), de sobrio estilo renacentista, con una joya en su interior, el sarcófago de la infanta doña Sancha, hija de Ramiro I y hermana de Sancho Ramírez, reyes ambos de Aragón, procedente del monasterio de Santa Cruz de la Serós. Es de los pocos sarcófagos femeninos de época románica que hay en nuestro país.
Un histórico monasterio de mujeres
Siguiendo con los monumentos religiosos, nos topamos con la ermita de la Victoria, a las afueras, ligada a la victoria sobre los musulmanes, triunfo que se celebra por todo lo alto en la fiesta del primer viernes de mayo; la de San Cristóbal, a la entrada, de 1776, muy sencilla ella, con una sola nave; y la de Sarsa, testimonio del románico rural. No hay que perderse bajo ningún concepto las iglesias románicas de las pedanías jacetanas.
En especial, la de Santa María en Santa Cruz de la Serós, lo que queda del antiguo monasterio femenino fundado a finales del siglo X por Sancho Garcés II, Abarca, y su esposa, Urraca Fernández, donde ingresaban las mujeres de la Casa Real de Aragón. También es de ley ensalzar la belleza de Santa María de Iguácel en Larrosa y la de San Adrián de Sasabe en Borau.
El impresionante Monasterio Viejo de San Juan de la Peña.
MONASTERIO DE SAN JUAN
Saltando al patrimonio civil dentro de Jaca, hay que hablar de la esbelta torre del Reloj, también llamada de la Cárcel. Hace honor al gótico (1445), con planta rectangular y puerta con arco de medio punto. El Concejo de Jaca la adquirió en 1599 para colocar el reloj-campanario y en 1602 la utilizó como prisión municipal. Otros hitos jacetanos a los que echar el ojo son el puente de San Miguel sobre el río Aragón (probablemente del XV), uno de los pocos que se conservan en el Pirineo Aragonés, muy utilizado por los peregrinos, y el Palacio Episcopal, obra renacentista de 1606, con dos alturas, galería de balcones y ventanas adinteladas.
San Juan de la Peña, lo viejo y lo nuevo
Dejamos para el final lo que quizá debió de ir al principio, pero sirva como broche de oro. Se trata del monasterio de San Juan de la Peña, que está ubicado, como dice su nombre, bajo una gran peña y combinando estilos artísticos, con estancias superpuestas de diversas épocas (X-XII), con lo cual es un tratado de arte e historia, además de una experiencia estética memorable. Ahí están la iglesia mozárabe o iglesia baja, la alta con su claustro románico, el panteón real, donde están enterrados varios reyes de Aragón, y las capillas barrocas.
El Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña es centro de interpretación y hospedería.
TURISMO DE ARAGÓN
Esto en lo que se refiere al Monasterio Viejo, porque luego está el Nuevo, que data de 1714 y sigue las pautas del barroco, con las diferentes dependencias organizadas en torno a una gran plaza y dos claustros. Ambos están ubicados dentro del paisaje protegido de San Juan de la Peña y Monte Oroel, uno de los ecosistemas de media montaña más singulares de todo el Pirineo aragonés, que tanto gustan a las rapaces.
No podemos pasar por alto que el Monasterio Nuevo es el centro de interpretación de este enclave único y también hospedería, como era costumbre, situada en el ala sur, en la pradera de San Indalecio, en medio de esta privilegiada naturaleza. Un entorno que invita a la paz, la espiritualidad y la contemplación, al más puro estilo monacal, pero combinando tradición y modernidad. Dispone de veinte habitaciones y cinco suites, todas con vistas al exterior, y una cafetería-restaurante con grandes ventanales para dejar pasar la luz.












