Andy Warhol (1928-1987) es, entre otras muchas cosas, un imán. Bendecido con ese poder tan pop de atraer a miles de fans, que acuden, así pasen los años, a su abonadísimo terreno con verdadera devoción. Lo curioso es que, contradiciendo sus postulados, no hemos tenido, que sepamos, copias. Solo el original. Un Andy Warhol, no más. Tampoco ha habido réplicas de cierto galerista iconoclasta, culto, muy viajado, políglota y seductor que pululaba con aires aristocráticos en los setenta y ochenta por un recién despertado, o quitándose la legaña, Madrid.
Hablamos, claro, de Fernando Vijande (1929-1986), que se curtió en la galería Vandrés vendiendo antigüedades, cosa que le venía de familia, para después consagrarse al arte último y terminar inaugurando década ochentera y su propia galería a la vez, casi como un acto de fe. «En un garaje del Madrid más pijo, en el barrio de Salamanca, donde se dieron cierta rockeros y ex rockeros, intelectuales, modernos, punkis, drogatas, aristócratas de pro y de medio pelo, travestis, periodistas, fotógrafos y aspirantes a todo lo anterior», evoca su hijo, Rodrigo Navia-Osorio Vijande., presidente de la Colección Suñol Soler.
Ellos, que produjeron la modernidad en sus respectivas factorías, creando en cadena como si sí hubiese un mañana, son los protagonistas del documental Warhol-Vijande: Más que pistolas, cuchillos y cruces, dirigido por Sebastián Galán, pseudónimo de Juanjo Ruiz, que llega hoy 31 de octubre a los cines. Y lo hace tras haber recalado en museos como el IVAM de Valencia o el Guggenheim de Bilbao, y en festivales como el London Spanish Film Festival (LSFF) y el Abycine de Albacete, donde acaba de recibir el Premio del Público.
Además, con Alaska como maestra de ceremonias, entrevistando a algunos de los sacerdotisos -permítasenos la expresión- del warholismo y su contrapartida madrileña, el vijandismo. Y, por supuesto, como protagonista. Porque la reina del «¿a quién le importa lo que yo haga?, que sigue sin importarle, estaba cuando Andy Warhol inauguró su exposición Pistolas, cuchillos y cruces en la galería Vijande en el Madrid de 1983. Tenía 19 años.
Por qué te va a encantar el documental Warhol-Vijande
Esa cita, que puso patas arriba la capital, congregó en aquella otra Factory a lo más creativamente insurrecto del panorama patrio, para quienes el americano era mucho más que un director de cine, el amo y señor de la polaroid o un pintor volcánico, que ya habría sido suficiente. La locura fue tal que hasta Alaska terminó convertida en un Warhol sin saberlo, con el paradójico título de Mujer desconocida. Por no hablar del plantel que se dejó ver por las fiestas de rigor y relumbrón, desde Isabel Preysler a Ana Obregón y un largo y heterogéneo etcétera.
Fernando Vijande, visionario, culto, cosmopolita, carismático, seductor.
ALBERTO GARCÍA-ALIX
Warhol-Vijande: Más que pistolas, cuchillos y cruces embarca al espectador en un periplo animosamente visual, con forma psicodélica y fondo de saeta, por donde desfilan muchas de las divinidades populares del momento. Tiran de recuerdos Ágatha Ruiz de la Prada, fuera de su circuito habitual, o la estimulante Marisa Torrente, hija del escritor Gonzalo Torrente Ballester y codirectora de Vandrés. Asimismo, la divina Teresa Nieto, dueña del mítico Cock, que entonces era estilista -y se nota- de Tesauro, la productora de las primeras películas de Almodóvar, y quien hizo las fotos de Warhol en Toledo, por casualidad. O el inefable Fabio McNamara, muso de los efervescentes ochenta que formó dúo musical con el cineasta y que, nos recuerda Sebastián Galán, «ya en el 75 iba con minifalda y tacones por la Gran Vía».
Con Alaska por Madrid, Pittsburgh y Nueva York
Todos ellos son entrevistados por la propia Alaska, en Madrid o en Nueva York, que es donde arranca el documental. Concretamente, en el estudio de Christopher Makos, el fotógrafo que inmortalizó tantas veces a Warhol, con o sin peluca, más o menos maquillado, sombra aquí, sombra allá, y que se desplazó con él a la capital. Le vemos con Vincent Fremont, gerente del AW Studio y hombre al tanto de todo. Y junto a Bob Colacello, editor de la legendaria revista Interview y que también acompañó al artista a España porque, como sentenció el mánager Fred Hughes, «podía hablar con todas esas damas y conseguir que se hicieran retratos». Al fin y al cabo, el autor de la Marilyn multiplicada venía por negocios.
La parada en el Museo de Warhol en Pittsburgh era obligatoria. Llegados a este punto, no solo geográfico, aparece en escena su entonces director, Patrick Moore, como el perfecto anfitrión. La hora de desempolvar la cápsula del tiempo del susodicho viaje a Madrid, aquí custodiada, para deleite de una entusiasmada Alaska, que hace memoria ante los cuchillos, tan lorquianos; las pistolas, tan de nuestra guerra y todas las guerras, y las cruces, tan católicas, invocando la redención. Amén de otros relicarios. Recordemos, como hace Vijande hijo, que el padre -y la madre- del pop art «tenía un Diógenes alucinante».
Alaska en el Museo de Warhol de Pittsburgh ante el contenido de la cápsula del tiempo del viaje a Madrid.
ARTWORKS
El vijandismo, ese amor por el arte de la vanguardia incómoda, anda a día de hoy por el Museo Reina Sofía, de lo que da cuenta su director, Manuel Segade, y por los cielos que frecuenta el artista más warholiano, Filip Custic. «Piensa que Fernando se llevó al Guggenheim a finales de los 70 a todos sus artistas y que inauguró su galería con el Chochonismo ilustrado, que fue la presentación en sociedad de las Costus en 1981. Y una vez que la abre, qué ocurre. Pues que empezó a hacer lo mismo que hacía Warhol, que se rodeaba de gente mucho más joven como Basquiat o Keith Haring», nos contaba Susana Banderas, productora del documental. Y seguía: «La pena es que Fernando se murió muy pronto, en 1986, con solo 56 años. Pero su galería era la Factory de España. Tuvo un ojo tremendo, trasladó ese espíritu aquí, sabiendo cómo era la sociedad en ese momento».
Un artista, un galerista, un coleccionista
También su director nos explicó que «lo importante es entender el cambio de este país. La visita de Warhol a Madrid tiene las connotaciones que tiene, pero es corta. Se han contado siempre anécdotas, que si Pitita le hizo la entrevista, que si estuvo Ana Obregón, pero nunca se llegaba al fondo. El documental cuenta cómo un país deseoso de cambio explota en un momento determinado, y en ese momento llega el rey del pop. Estamos viviendo ahora unas libertades y tenemos unos gustos gracias a personas que los impulsaron y que muchas veces no conocemos, caso de Fernando».
Fernando Vijande, Blanca Sánchez y Pedro Almodóvar en una foto de los ochenta.
ARCHIVO BLANCA SÁNCHEZ
De Vijande, por eso del vijandismo, dice Sebastián Galán que «de haberlo conocido, me hubiera enamorado de él. Era un Cary Grant y tenía algo que le permitió que se le abrieran muchas puertas, y fue su capacidad para mezclarse con todo tipo de gente y de toda orientación sexual. Para introducirte en el grupo de Andy Warhol tenías que ser guapo, aristócrata o rico, o algo que le interesara a él».
Rodrigo Vijande, presidente de la Fundación Suñol Soler, que está detrás de todo -no olvidemos que José Suñol fue el coleccionista que dio alas al galerista-, también le retrató para nosotros: «Mi padre era nieto de un indiano, hablaba cinco idiomas y tenía mucho mundo». Vijande júnior es el copiloto de Alaska, en su papel de conductora del documental, que produce Artworks No Panic We Are Here.












