Ángeles Castillo

Un pueblo con un jardín de los poetas, donde se tejen mantas con denominación de origen y que se alza desafiante en medio de un océano de montañas tenía que gustarnos sí o sí. Así es Morella, tan mágico que, de estar el mar a su alrededor, sería un Mont Saint-Michel jugando con las mareas. También él ha sido, y lo seguirá siendo, sueño de artistas y abstracción poética. La capital de la comarca de Els Ports, tierra adentro.

Se entiende a la perfección viéndolo. Aislado, a un centenar de kilómetros de Castellón ciudad, y coronado por una fortaleza inexpugnable, de las más destacadas del Mediterráneo, dominando la costa desde el interior y viendo transcurrir los siglos y las civilizaciones. La muela sobre la que se asienta estuvo habitada desde tiempos inmemoriales. Lo dicen los restos hallados del Neolítico, la Edad del Bronce y del Hierro. Por no hablar de íberos, romanos, visigodos, árabes y cristianos. Casi un Érase una vez… el hombre al completo.

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Y es que desfilaron por el castell, dicho en valenciano, desde Abderramán III hasta el general Cabrera, destacado líder carlista apodado el Tigre del Maestrazgo, pasando por el Cid, Jaume I, el Papa Luna, San Vicente Ferrer o el príncipe de Viana. Una lección de historia in situ animada por la excepcional panorámica que se contempla desde semejante atalaya.

El apelativo del militar ya lo ha dejado claro. Nos hallamos en el Maestrazgo, la comarca histórica que Castellón comparte con Teruel, no en el Maestrazgo puramente turolense, con pueblos tan magníficos como Mirambel. Y seguimos dentro del castillo, que incluye plaza de armas, aljibe, torres varias, prisión, restos de palacios reales y, en un capítulo aparte, el palacio del Gobernador, donde se puede visitar la exposición El castillo, una historia de futuro. Todo ello distribuido en tres niveles, que hacen al conjunto más onírico aún.

Todo lo que puedes ver en Morella

Si esta visión te ha dejado de piedra, espera y verás porque en un emocionante giro de guion vamos a dar con uno de los templos mediterráneos más bellos, la basílica arciprestal de Santa María la Mayor. Se trata de una auténtica joya del gótico, tanto por fuera, con sus dos puertas en una misma fachada, como por dentro, con una escalera de caracol helicoidal de gran vuelta y barandilla policromada. Y mucho más: un retablo grandioso de estilo churrigueresco en el altar mayor y un órgano monumental de 1719 que aún sigue sonando. En especial, durante el Festival Internacional de Música de Órgano, que se celebra cada agosto en Morella. Entrar es deslumbrarse.

No es lo único gótico en Morella. Destaca también el convento de San Francisco, con su iglesia, su claustro y su Danza de la Muerte pintada al fresco en la sala capitular, llamado desde hace años a convertirse en Parador de Turismo, junto a otras edificaciones históricas anexas. Y el edificio del ayuntamiento, del siglo XIV, que fue Casa de la Villa, sede del Consell, Corte de Justicia y prisión, todo en uno. Más majestuosidad para el centro. Nada más entrar, dan la bienvenida los cuatro gigantes de Morella: Seidia, Artal, Rosella y Abuseid, que solo salen en fiestas.


La basílica arciprestal de Santa María la Mayor de Morella, joya del gótico.


BASÍLICA DE MORELLA


Para llegar a estos lugares tan señalados, lo suyo es entrar por las torres de San Miguel, otro de los emblemas morellanos, herencia del siglo XIV y parte destacada de la muralla infinita (casi dos kilómetros) que rodea la ciudad, con siete puertas en total y diez torres. Lo bueno es que se pueden visitar por dentro, así como llegar a la terraza por el puente de enlace y hacer un tramo del paseo de ronda hasta la puerta de la Nevera.

Intramuros, ya se sabe, cunden las iglesias (de San Juan, de San Miguel, de San Nicolás) y las casas solariegas (Ciurana, Rovira, del Marqués de Cruilles o del Cardenal Ram, las dos últimas convertidas en hotel). Extramuros, muy atentos, porque hay un acueducto también gótico, llamado de Santa Lucía, y un santuario medieval dedicado a la Virgen de Vallivana, con ermita y hospedería, donde, tirando de crónica local, pernoctó el Papa Luna; ya saben, el hereje.


Las torres de San Miguel, la mejor puerta de entrada a la ciudad.


MORELLA TURÍSTICA


Y lo más sorprendente: las pinturas rupestres de Morella la Vella, que son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se encuentran a unos seis kilómetros del casco urbano, en la masía del mismo nombre, donde se asentaron los primeros pobladores. Son escenas de caza y de actividad guerrera en su mayoría. Y, ya por último, una curiosidad. Si Heidelberg, en Alemania, tiene un paseo de los filósofos, nuestra Morella cuenta con un jardín de los poetas, a los pies del convento de San Francisco, donde verse frente a frente con la inspiración.

Por lo demás, decir que Morella no ha perdido su tradición textil, pues aún hay empresas familiares que siguen ofreciendo las típicas mantas, alforjas o fajas morellanas, que tan cotizadas fueron en su momento. También prendas de lana, alfarería, madera tallada, forja o mimbre. O alpargatas, fabricadas en muchos pueblos de Els Ports, caso de La Mata, que es precisamente el pueblo de Els Espardenyes. Habrá que echarles un ojo. O mejor dos.

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