La verdad es que Pastrana se da un aire a la Toscana. O a la Provenza. Serán los cipreses. Será lo ondulado de su paisaje. O tal vez su acusada monumentalidad. Una procesión de edificios históricos sucediéndose discretamente que es digna de alabanza. Luego, Brihuega, con quien comparte comarca en la siempre por descubrir provincia de Guadalajara, no hará sino corroborar lo provenzal del entorno con sus fabulosos campos de lavanda.
Todo esto lo vio con sus propios ojos Camilo José Cela cuando se dejó caer por allí, para luego ponerlo por escrito en su antológico Viaje a la Alcarria (1948), que marcó época. Por cierto, dicho periplo sacó a estos pueblos, hasta cierto punto, de su aislamiento. Tan cerca de Madrid -este, en concreto, a escasa hora y media-, pero tan dentro de la España vaciada. Y eso ocurría mucho antes de hacerse don Camilo con el Premio Nobel de Literatura (1989) y de ser nombrado marqués de Iria Flavia (1996) por deseo del rey Juan Carlos I.
Le seguimos ahora las huellas al marqués por esta villa ducal, un señor conjunto histórico-artístico, con todas las letras. Fácil perderse, desde luego, entre tanto convento, palacio, iglesia y casa principal. Para encontrarse de pronto, por ejemplo, ante la Casa de Moratín, una casa con jardín, estanque y huerta, al estilo morisco, que se compró el autor de El sí de las niñas y donde pasó largas temporadas. Su abuela era pastranera.
Pero dejando aparte lo literario, si es que se puede, lo más excelso de esta villa, que perteneció a la Orden de Calatrava hasta 1541, es su Palacio Ducal, con hermosos artesonados y zócalos de azulejería toledana. Lo vemos alzarse imponente en la plaza de la Hora, diseñada como plaza de armas por el mismo arquitecto, el gran Alonso de Covarrubias. Y, más allá de su innegable valor artístico, es conocido porque fue hogar de la fascinante princesa de Éboli, Ana de Mendoza de la Cerda, una de las damas de más talento y más hermosas de la corte. O habría que decir prisión, porque permaneció encerrada en él hasta su muerte. Fue el castigo de Felipe II por sus intrigas palaciegas.
Una parte del inmenso Palacio Ducal de Pastrana con el balcón enrejado de la princesa de Éboli asomando.
TURISMO CASTILLA-LA MANCHA
El asunto va más allá. Porque cuenta la leyenda, o la no leyenda, que princesa y rey eran, en realidad, amantes. Concretamente, durante el matrimonio del monarca con la joven Isabel de Valois, que, para liarlo todavía más, eran amigas. Y cuenta también que durante sus dos últimos años de vida, que los pasó confinada en su habitación en la torre de levante, solo se le permitía salir una hora al día al balcón, enrejado además. De ahí el nombre de la plaza, plaza de la Hora. Y eso que el palacio había sido mandado construir por su abuela, doña Ana de la Cerda. Hay historia e intrahistoria para aburrir, aunque no aburra.
Las mil cosas que puedes ver en Pastrana
Llegados a este punto, hay que acercarse a la colegiata, que nació, allá por el siglo XIII, como pequeña iglesia románica, para terminar sofisticándose y volviéndose gótica a medida que la villa iba a más. ¿Y quién estuvo detrás de esta transformación? En efecto, los príncipes de Éboli, a quienes se sumó uno de sus hijos, Fray Pedro González de Mendoza, que encargó un panteón para la familia ducal, al lado del altar mayor. Justamente donde están enterrados la princesa y su esposo, Ruy Gómez, junto a otros miembros de la familia Mendoza.
No queda aquí la cosa porque en los adentros de la colegiata se ubica el museo parroquial, que custodia una colección de tapices de armas tomar, tejidos ni más ni menos que en la ciudad belga de Tournai en el siglo XV. Entre otros tesoros como son objetos varios de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, así como tallas de Francisco Salzillo.
Y esto no ha hecho más que empezar. Porque hay que reparar en las dos puertas que quedan de las ocho que tuvo la muralla. Una es la de Zorita, conocida como arco de la calle Mayor. Y la otra es la de San Francisco, que se trasladó a su emplazamiento actual en el siglo XVII cuando se reedificó para proteger a la población de la peste. Se llama así porque está frente al convento de los franciscanos, ya extramuros.
Las historias de la princesa monja y el Albaicín
Y cómo olvidar los dos conventos fundados por Santa Teresa de Jesús. Por un lado, el de San José, donde ingresó la princesa de Éboli tras la muerte de su esposo, causando un revuelo tal que las trece religiosas que lo habitaban, a instancias de la santa, lo abandonaron de noche y en secreto, rumbo a Segovia. Tal y como lo había visto venir la priora, que al enterarse del ingreso exclamó: «¡La princesa monja! Ya doy la casa por deshecha». Por otro, el del Carmen, donde pasó unos meses San Juan de la Cruz como maestro de novicios y donde se halla el Museo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa.
Pastrana es un bello pueblo de la Alcarria guadalajareña.
TURISMO DE PASTRANA
Nos faltaría la Casa del Deán, construida en el XVII como hospital de San Miguel, pero con estructura palaciega, y la adyacente ermita de Santa Ana, oratorio particular del deán. A sumar a la fuente de los Cuatro Caños (1588), de pilón octogonal y, en palabras de Cela, «rematada por un peón de ajedrez», que es todo un emblema. Al palacio de los Burgos, luciendo su correspondiente escudo; al Palacio Viejo, que fue una hospedería de caballeros calatravos y alojó a la abuela de la princesa mientras se terminaban las obras del Palacio Ducal; o a la antigua sinagoga, con un grabado donde aparece la estrella de David de seis puntas.
Y así es como llegamos a este Albaicín. Pues a raíz del levantamiento de los moriscos en 1570 y de su dispersión por toda la geografía, Ruy Gómez convocó allí a más de 1.000 con la idea de que trabajaran en la recién creada industria sedera y tapicera. Para ellos, precisamente, creó este barrio, a imagen y semejanza del de Granada, de donde procedía la mayoría.
Que conste que hay también un barrio de la Plaza de Abajo, una Casa de la Inquisición y otra de los Canónigos. Un no parar. Y no hemos hablado aún de su Feria Apícola Internacional, la primera especializada en la materia y que lleva ya 44 ediciones. Que por marzo era por marzo. Es toda una fiesta.












