Si no vives en una cueva alejada del mundanal ruido, seguro que has oído hablar en los últimos años del eje intestino-cerebro, ya que últimamente está en boca de todos. Este concepto trata de la comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central y el intestino, lo que hace que el uno influya en el otro. Es decir, que el cómo te encuentres a nivel emocional influye en cómo te sienta lo que comes y lo que comes, influye en cómo te sientes.
Seguro que, alguna vez, te has sentido bajo de energía después de una comida rica en grasas o has notado un pico de ansiedad cuando a tu estómago le cuesta más digerir cierto tipo de comida. Pero como hemos dicho, esto también funciona en sentido contrario y el estrés o la ansiedad que puedes sentir en tu día a día también influye en el funcionamiento de tu sistema digestivo, derivando en cierta sintomatolofía como reflujo, acidez, hinchazón, gases e incluso gastritis.
Por qué tu estado mental repercute en tu digestión
En momentos en los que sientes un pico de estrés o ansiedad, tu cuerpo libera una serie de hormonas como el cortisol y la adrenalina. Estos dos neurotransmisores sirven para que el cuerpo esté preparado para huir si fuese necesario, pero también afectan al ritmo de tu digestión y a tus niveles de ácido en el estómago.
Si tus niveles de ácido en el estómago son demasiado altos, puede llegar a causar acidez estomacal, una sensación de ardor en el pecho que puede extenderse a la garganta. Y si esta acidez es muy frecuente, puede derivar en reflujo gastroesofágico. Pero tener poco ácido también es preocupante, ya que el estómago no puede cumplir su función de disolver los alimentos para que pasen bien triturados al intestino delgado. Además, también puedes tener problemas para absorber los nutrientes, entre otras problemáticas como la aparicicón de SIBO o IMO.
Toda esta problematica puede actuar ralentizando o acelerando el tránsito intestinal y llevando consigo síntomas como dolor abdominal, diarrea o estreñimiento. Además, esta situación mantenida en el tiempo puede acabar en la inflamación del sistema digestivo, que puede agravar cualquier malestar digestivo preexistente.
¿Y al revés? Lo que comes también influye en tu estado mental
Si el problema es tu nivel de estrés o ansiedad, tienes que tratar de ponerle remedio y, si no puedes, acudir a un profesional para que te ayude. Pero también puede ocurrir que el foco provenga de tu nevera y no de tu cerebro. Por ello, puede ser interesante introducir ciertos cambios en tu alimentación para que tu estado mental también se vea beneficiado:
1. Aumenta el consumo de fibra soluble y fermentable: el cuerpo humano no es capaz de digerir este nutriente, por lo que se trata de uno de los alimentos preferidos por las bacterias intestinales que forman nuestra microbiota. Este tipo de fibra puede encontrarse en ciertas verduras, como la cebolla, los espárragos, el brócoli o la alcachofa y también en la patata cocida y previamente enfriada (almidón resistente)
2. Introduce antioxidantes en tu dieta: alimentos como las coles, los cítricos o los frutos rojos pueden ayudar a combatir la inflamación y el daño celular causado por el estrés. también sería interesante consumir ciertos minerales como el magnesio, ya que ayuda a relajar los músculos del tracto digestivo, ayudando así a reducir la ansiedad.
3. Evita el consumo de alimentos irritantes: si notas que tu sistema digestivo ya está comprometido, sería interesante reducir este tipo de alimentos, ya que pueden irritar todavía más el sistema digestivo y empeorar los molestos síntomas. En estos casos, toca reducir la cafeína, el alcohol, el picante y los ultraprocesados.
4. Come despacio: puede parecer una tontería, pero la digestión de los alimentos comienza en la boca. Si no masticas bien los alimentos, el estómago tendrá que hacer el doble de trabajo y es más probable que lleguen al intestino sin triturar por completo.












