Es septiembre de 2024. “Alex 6” dice el cartel que capta la atención de Franco Colapinto en la fábrica de Williams en Grove, la que hasta hace unas semanas frecuentaba como integrante de la academia de jóvenes pilotos para practicar en el simulador y ahora lo recibe como uno de los 20 titulares de la Fórmula 1 tras su debut en Monza. Alex es Albon, su compañero de equipo, y seis son los puntos que lleva acumulados por los novenos puestos en los grandes premios de Mónaco, Gran Bretaña e Italia.

Él, en cambio, apenas lleva 53 vueltas arriba del auto más deseado del planeta pero ve en ese cartel un anhelo, una posibilidad, un objetivo y, más que nada, una motivación. Tanto que unos días después, y a 48 horas de su primer choque en la F1, lo consigue. Y, entonces, no en la fábrica pero sí en el box de Azerbaiyán los mecánicos arman el “Franco, P8, +4” inolvidable para él y para los 40 millones de argentinos que siguen por TV el histórico momento en el que un compatriota suma puntos en el Gran Circo después de 42 años.

Ocurrió hace 365 días. Aunque hace 367 pocos lo auguraban. Aquel día fue un verdadero viernes 13 para el joven de 21 años: encaraba la curva 4 a falta de 17 minutos de la FP1 cuando perdió la cola del auto al momento de frenar, el Williams se le cruzó en la pista y no pudo evitar el impacto, primero, en la parte trasera izquierda y luego en la delantera, lo que les generó a los mecánicos un trabajo contrarreloj para la segunda práctica, en la que el argentino empezó a girar cuando iban 15 minutos. «Franco fue revisado en el centro médico como medida de precaución. Está bien y ha sido dado de alta«, había informado el equipo inglés entre sesiones.

La historia siguió el sábado con un noveno puesto en la última práctica y una clasificación soñada, muy distinta a aquella eliminación en Q1 del GP de Italia, dos semanas atrás. «Perfecto hubiera sido si no hubiera roto el auto ayer”, dijo, con su habitual autocrítica feroz. Las vueltas entre los muros de Bakú le dieron confianza y los registros fueron mejorando a lo largo de la clasificación: primero, quedó a 109 milésimas de Checo Pérez, que transitoriamente tenía el «1», y luego estableció ese 1m43s138 que lo dejó a tres décimas del nuevo líder, Charles Leclerc, para avanzar por primera vez a la Q2. Lo hizo como octavo, en una gran clasificación del equipo Williams, que disfrutó con un Albon segundo.

En su primer intento en la Q2, Colapinto salía con neumáticos usados y firmaba un tiempo de 1m43s572, con el que quedaba 11° y eliminado, aunque en una posición expectante para buscar puntos en la carrera del domingo. Sin embargo, el argentino no se conformó y siguió empujando. Así fue cómo llegó a ese histórico 1m42s473 con el que superó a su compañero de equipo -clasificado como décimo- por casi cuatro décimas y quedó sexto, a solo 431 milésimas de Max Verstappen.

En la Q3, Williams apostó a una salida con gomas usadas y una última con nuevas. Sin embargo, el equipo cometió un error con Albon, al no sacarle el ventilador, que le costó la vuelta y terminar último. Ya con la bandera a cuadros, pero en vuelta lanzada, Colapinto consiguió superar a su compañero de equipo por tres décimas para largar noveno y anotar su nombre en la historia con este top 10 histórico en una clasificación de F1 para un argentino. Habían pasado 42 años desde aquel Gran Premio de Brasil que Carlos Reutemann largó sexto, también con un Williams, en la que fue su última carrera en la categoría, el 21 de marzo de 1982.

Luego de compartir el debut con papá Aníbal, Colapinto tuvo en Azerbaiyán a mamá Andrea y el abrazo no se hizo esperar. Todavía transpirado, minutos después de cumplir con las obligaciones de un piloto de Fórmula 1, volvió a ser Franco, el pibe que se fue de Buenos Aires con 14 persiguiendo un sueño que James Vowles hizo realidad para darle un beso a mamá. «Mi amor», se la escuchó a ella decirle al oído, antes de felicitarlo por su histórico noveno puesto en su segunda clasificación en la Fórmula 1.

Pero faltaba más. Todavía quedaba esa largada el domingo, moviendo por el interior al avanzar un puesto en la grilla por la penalización a Lewis Hamilton, en la que aprovechó el rebufo del Aston Martin de Fernando Alonso. Pero empezó a sufrir por la degradación de los neumáticos, entró a boxes temprano (en la vuelta 11) y cayó al puesto 15. Le costó gestionar esas nuevas gomas duras hasta que encontró ritmo, recuperó terreno y entregó maniobras para guardar, como aquella del giro 21 en la que pasó a Pierre Gasly y la de la 49, donde dejó atrás a Nico Hulkenberg para ser décimo.

Entonces, el accidente de Carlos Sainz y Sergio Pérez apareció como el regalo final de una gran actuación. Quedó octavo y sostuvo la posición hasta el final, aún con un heptacampeón del mundo como Hamilton mostrándole la trompa del Mercedes. “Eso fue una locura. Lo veía atrás y decía ‘Por lo menos voy a tratar de mantenerlo ahí. Aunque no sumara puntos, eso ya era un logro”, confesaría después el argentino con una enorme sonrisa en charla con ESPN.

Pero sí los sumó y fue el primer argentino en hacerlo desde Carlos Reutemann, quien el 23 de enero de 1982, durante el Gran Premio de Sudáfrica, había quedado segundo en una de sus últimas carreras en la F1 la última de Lole en la máxima categoría. El 21 de marzo de 1982, en el circuito carioca de Jacarepaguá -que actualmente no existe-, se clasificó sexto con el Williams, a un segundo y fracción del poleman Alain Prost (Renault), en el Gran Premio de Brasil, que sería su última carrera en la Fórmula 1, tras un inesperado adiós.

No fue, sin embargo, esa racha lo que destacó en sus redes sociales. «Mi mejor momento del día… que locura y que sueño hecho realidad darle la mano a Hamilton después de una carrera juntos. Wow», escribió en su cuenta de Instagram el primer argentino en sumar puntos desde Reutemann. Lo volvería a hacer en Estados Unidos. Pero esa es historia para otro capítulo.